Vivir peor que nuestros padres

Reseña del libro “Vivir peor que nuestros padres”, de Azahara Palomeque

Vivir peor que nuestros padres

Dice el diccionario de la Real Academia que un panfleto es 1) un libelo difamatorio y 2) un opúsculo de carácter agresivo. Tiene bastante de las dos acepciones este libro con pocos pelos en la lengua y bastante tela que cortar a pesar de no llegar a las cien páginas.
En Vivir peor que nuestros padres, Azahara Palomeque hace un análisis particular de la tensión entre millenials y boomers y del hecho de que la generación que ha llegado a su madurez laboral y personal en la última década es la primera que, sin que medie una guerra o una gran catástrofe, puede argumentar que su calidad de vida es peor que la de la generación que los parió. Digo particular porque lo hace a través de un texto que no escasea en referencias propias, que salta de manera natural de las experiencias familiares y personales a la estadística y las referencias académicas, mezclando en el análisis elementos sociológicos, económicos o ecológicos. Y literarios también, no hay más que ver las páginas que dedica a zarandear a Ana Iris Simón, a la que trae a colación porque ya había expuesto la misma idea de base (vivir peor que nuestros padres) en Feria, su primera novela.
Sin embargo, se coloca Azahara Palomeque en las antípodas de Ana Iris, criticando ruidosamente el enfoque nostálgico de “cualquier tiempo pasado fue mejor” y renegando del recurso a la vuelta al estilo de vida de nuestros padres y abuelos como una solución posible. Sería una catástrofe, argumenta, dado que ha sido precisamente la aceleración del capitalismo en las dos generaciones anteriores, con su estrategia de “adelante y arriba”, la que nos ha llevado a la urgencia climática en la que nos encontramos, y, como si de un motor recalentado se tratara, es momento de parar para evitar que todo salte por los aires. Es en esta insistencia en lo climático donde resulta más potente y original este ensayo, con referencias a fenómenos como la ecoansiedad, y en la que podrán hallar más información relevante quienes hayan leído ya bastante sobre el tema.
Conviene decir que el tono es bastante cultista, algo que no hace que la lectura sea fluida. Al tratarse de un ensayo social, sería de agradecer en algunos momentos que fuera más pedestre, más llano y quizá más llevado por los datos y menos por el estómago. Además, como no podía ser de otra manera por la extensión que tiene, queda al terminar la impresión de que la mayoría de los temas están esbozados más que tratados en profundidad. Pero es un panfleto, como ya se apuntaba, no se le puede pedir demasiado. Más allá de este par de objeciones, Vivir peor que nuestros padres aboga por la conciliación, a pesar de la agresividad comentada, llama a la colaboración intergeneracional, abre la puerta a multitud de lecturas e incluso cuando difama (y no quiero decir que tenga toda la razón del mundo) lo hace con sentido. En resumen, un texto que aporta más que resta y al que conviene echar un vistazo.

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