Vuelos vespertinos

Reseña del libro “Vuelos vespertinos”, de Helen Macdonald

vuelos vespertinos

Cuando se ama la naturaleza se ama por completo. En mi caso unas partes de ella me atraen más (la aves, los cánidos, las flores silvestres) y otras me resultan misteriosas pero, por el momento, no lo suficientemente atractivas (la fauna marina, los insectos, los hongos). Con todo, cada vez que pongo un pie en el bosque intento empaparme de todo lo que me rodea: de lo que creo comprender y de lo que me resulta un enigma. De lo que sé, quiero saber más. De lo que ignoro busco respuestas. Estas llegan a través de libros de divulgación científica o documentales. En lo que se refiere a los libros hay una grandísima variedad. Los temas son tan dispares como diversos, pero la gran mayoría de obras tratan sobre un tema, dos o tres a lo sumo, y alguna que otra materia que la complementa. ¿Quieres libros sobre aves? Los hay a patadas. ¿Quieres conocer qué seta es comestible y qué otra te puede llevar a la tumba? Hay guías de campo con magnificas fotos y explicaciones exhaustivas. Pero, los libros que realmente más llaman mi atención son esos que se conforman de un popurrí de temas. Vuelos vespertinos, de Helen Macdonald y publicado por Anagrama, es una de esas rara avis del amplio universo del ensayo científico: un picoteo de fauna y flora y hasta de asuntos que parecen alejarse del mundo natural pero que igualmente te hacen reflexionar sobre temas trascendentales.

Tal vez el nombre de Helen Macdonald os resulte desconocido. Natural del Reino Unido, con formación más que amplia en fauna y flora e investigadora del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge. Si os digo que colabora asiduamente en The New York Times Magazine o que ha puesto su voz para algunos documentales de la BBC Four es probable que siga sin sonaros. Tal vez probando con su vertiente como escritora y el libro que la encumbró os refresque la memoria: H de halcón. Un libro sobre pájaros, amor, literatura y pérdida, que hablaba de la cetrería así como de la condición humana. Una proeza de calidad literaria indiscutible con un sinfín de parábolas inolvidables. En Vuelos vespertinos volvemos a encontrarnos con una prosa fluida, potente y bonita. Esta vez los temas son más heterogéneos que en H de halcón pero la base filosófica en la que se sustenta es la misma: contar una historia y hablar de sentimientos.

Vuelos vespertinos funciona como un Wunderkammer, aquellos gabinetes de curiosidades que abundaban en los palacetes de los burgueses europeos entre el siglo XVI y XVIII. Lugares que fueron precursores de los museos actuales y donde lo mismo encontrabas una exposición de piedras preciosas o fósiles que animales disecados o herbarios con todo tipo de plantas secas. Si bien es cierto que en el libro abunda la ornitología, el encuentro de la autora con un jabalí puede hacernos recordar la escena con los primeros dinosaurios de Parque Jurásico para seguidamente meditar sobre el cambio climático, la destrucción de los hábitats, la contaminación o los pesticidas. Si volvemos a los pájaros descubriremos de dónde vienen las guías de campo (esos libros que nos permiten reconocer o diferenciar a un pájaro de otro), cómo evolucionaron y porqué un cuento para niños fue la clave. Con Rascacielos vamos hasta la azotea del Empire State Building y se nos revela la vida que rezuman los cielos nocturnos de Manhattan no sin antes descubrir cómo afecta la contaminación lumínica a las aves. Con tan solo seis páginas, y en el capítulo titulado Sexo, Muerte, Setas, Helen Macdonald conjura misterios humanos relacionados con el sexo y la muerte que vienen acechando desde el siglo XIX además de explicar con un lenguaje llano y sencillo qué relación hay entre setas y hongos.

Helen Macdonald no escatima en jerga científica ni en datos, ya sean de cariz histórico, filosófico o natural, para conformar un compendio de ensayos que muestran la naturaleza tal y como es, no como un lugar que nos sirve para un propósito sino como un lugar que simplemente existe. Pero lo que hace de Vuelos vespertinos un libro cautivador es la forma en la que la autora nos habla de su infancia, de la familia y amigos, de ese refugiado en busca de asilo que pone a prueba tu empatía o de ese niño con autismo que te parte el alma, un de tú a tú en el que la autora nos abre su corazón y nos muestra el a veces cruento a veces maravilloso, pero siempre mágico, mundo de la naturaleza.

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