Walicho

Reseña del cómic «Walicho», de Sole Otero

walicho

¿Qué es “walicho”? Una palabra que ha ido evolucionando con el tiempo. Walicho, walich, waich, witch. Bruja. No, qué va. Pero hubiera estado bien esta deriva lingüistica, ¿eh? Según san Google, walicho como tal no existe, pero si su pronunciación en castellano, gualicho, que es un encantamiento supersticioso para hacer daño a otro o atraer el amor de alguien. Un embrujo. No iba yo descaminado. Sin embargo, la autora, Sole Otero, usa una palabra mapudungun usada para referirse a un demonio malvado que se esconde en algún lugar. Sea como sea, aquí lo que va a haber son brujas y cabras. Muchas cabras. O una en realidad.

La historia comienza cuando tres hermanas (y una cabra) desembarcan, antes que ningún otro pasajero (¡menuda afrenta!) de mayor clase social, en Buenos Aires en 1768. Vamos a descubrir que son algo ambiguas ya que, si bien intentan hacer el bien a las mujeres, (sobre todo a las mujeres), se oponen a la religión católica imperante y machista («a diferencia de ellos no vinimos a conquistar, solo a sobrevivir en armonía con el lugar») incluso aunque eso suponga saltarse la ley, también son capaces de hacer cosas horribles.

Walicho es un cómic inteligente. Inteligente en el sentido de que Otero ha sabido ir repartiendo migas de pan durante todas las historias para que sea el lector quien vaya recogiéndolas para enlazar unas con otras a través de los saltos entre el pasado (1768, recordad) hasta el presente de manera que finalmente pueda cerrar el círculo. Al principio, tras leer la sinopsis, pensaba que las historias a las que me iba a enfrentar eran historias separadas, sin relación entre sí, con el único nexo común de la figura de la bruja. Pero no, una vez metido en faena ves con cierta claridad esas migas.

Contar la trama es algo más complejo; (las tres ¿brujas? que llegan a Buenos Aires; una pareja que oye a sus vecinos follar como animales sin descanso; una mujer que entra a formar parte del servicio de una casona al mando de tres mujeres; otra que no sale de casa y se comunica únicamente con el móvil; una niña recogida en una especie de orfanato después de que los curas, ¿cómo no?, abusaran de ella; un novio que no sabe nada de la extraña familia de su novia; el diario de una niña; gente bailando en pelotas que mata a una cabra; y una reunión de amigas que va a enlazar misteriosamente con el segundo episodio. Cada historia parece al principio que va ir por un camino y en algunas incluso parece que no ocurre nada, pero acaban conduciéndonos hábil y exactamente hasta donde la autora quiere llevarnos.

El color es muy luminoso y muy estudiado (¡esa cabra morada!). Incluso en las partes oscuras, que las hay y muchas, ya que siempre tiene un contraste, un rojo, un verde que hacen a esos colores brillar con luz propia. Además, cada trama va a gozar de un particular estilo y color propios.

Walicho es una lectura que divierte y que se entiende mejor con una segunda y una tercera lecturas.

Magnética, mágica, confusa (sin que esto sea en absoluto nada malo) e hipnótica. Eso es Walicho.

Deja un comentario