Reseña del cómic “Lobo: Retrato de un bastardo”, de Simon Bisley
Si os preguntan por el antihéroe más cabronazo de DC cómics, no tengáis dudas, responded con contundencia que ese título lo ostenta, y con honores, Lobo. El cazarrecompensas czarniano comenzó su andadura por las galaxias como villano y más tarde reconvertido en antihéroe con la intención de parodiar a todos esos supehéroes que en la década de los ochenta y noventa se les agrió el humor y todo a su alrededor se tornó más oscuro, complejo y demasiado adulto. El caso es que la jugada (carambola no exenta de cierta chiripa) salió tan bien que el éxito fue contundente y los lectores disfrutaron de las gamberradas de Lobo como un padre disfruta de paz y tranquilidad cuando sus churumbeles están durmiendo. Sus creadores, Roger Slifer y el recientemente fallecido Keith Giffen, poco podían imaginar que el tipo paliducho, de complexión armario ropero de tres puertas y con pinta de heviata motero calaría en el corazoncito de los lectores a través de un humor corrosivo y de no pocas vísceras y personajes desmembrados a lo largo y ancho de sus páginas. Esa esencia, ese humor gamberro que conseguiría que más de un usuario de X (anteriormente conocido como Twitter) se calzara el disfraz de defensor de lo moralmente correcto, así como todas esas trifulcas que empiezan y acaban con muerte y destrucción es lo que encontraréis en Lobo: Retrato de un bastardo.
Con guionistas de la talla de Alan Grant, Keith Giffen o Neil Gaiman, además de un apartado gráfico dominado casi al cien por cien por los lápices de Simon Bisley, Lobo: Retrato de un bastardo es un imprescindible para todo fan de El Hombre, pero, y aquí viene lo mejor, el presente volumen publicado por ECC es además una estupenda puerta de entrada para aquellos insensatos que quieran ver por primera vez qué se cuece en el desquiciado mundo del czarniano. Y es que con el primer arco argumental titulado El último czarniano descubriremos por qué Lobo es el último de su especie (o eso cree él), de qué forma le gusta llevar a cabo su trabajo y qué motivo hay detrás de ese honor que lo lleva a cumplir órdenes hasta que lleva a cabo el trabajo por el que ha sido contratado. En dicha historia Lobo debe custodiar una prisionera que se ha atrevido a escribir una biografía no autorizada sobre su persona. Además de las divertidísimas y muy violentas ocurrencias del personaje para sobrevivir y cumplir su trato podremos leer algunos extractos de esa biografía que nos dará un poco de contexto para entender (o muy probablemente para lo contrario) porqué Lobo actúa de la forma que lo hace. Este inicio también servirá para ir acostumbrándose al genial e icónico dibujo de Simon Bisley que tiene el estilo perturbador de Dalí y el preciosismo modernista de Gustav Klim pero pasado a través de la óptica de un cómic muy underground.
Si tras ese primer y desquiciado periplo, si tras haber descubierto como se las gasta Lobo no habéis cerrado el cómic… ¡Bienvenidos, ya estáis enganchados! A partir de aquí todo es cuesta abajo. Todo se vuelve mucho más loco y violento en El regreso. El Cielo y el Infierno serán los paisajes por donde transcurrirá un Lobo empeñado en reencarnarse para así poder terminar una misión. El dibujo de Bisley aúna lo grotesco y lo bello de una forma nunca vista para retratar la burocracia absurda y desmesurada de El Más Allá y la forma en la que Lobo dirimirá con ella (sí, bueno, mucha violencia, mucha sangre, palabrotas y también mucho cachondeo).