La vida para principiantes

La vida para principiantes, de Slawomir Mrozek

No hay nada más subversivo que el humor. Cualquier tiranuelo tolerará la oposición, la protesta, la sedición, el insulto, e incluso el atentado con bombas, antes que el pitorreo. Y esto, que es válido para la política, lo es también, y quizá en mayor medida, para la literatura. Todos sabemos que un buen escritor ha de ser, ante todo, serio. Digámoslo claro: SERIO. Y solemne. Y trascendental. Sí, claro que nos gusta reír, y nos lo pasamos muy bien con los libros divertidos, pero en el fondo de nuestra conciencia, sabemos que, si es divertido, no puede ser “gran” literatura. Porque, claro, lo divertido no es serio. ¿Cómo? ¿Que El Quijote (o el que prefiráis) es divertido? Sí, pero probablemente hayáis notado que cuando la gente lo lee, exclama con gran sorpresa “¡pero si es divertido!”, y se guardan para sí la apostilla “¿cómo es posible?”

 

Bueno, pues todo este rollo que he soltado viene a cuento porque Slawomir Mrozek es uno de esos raros escritores que saben que las cosas más serias, a veces, es mejor decirlas con humor. Y quien se quiera sentir ofendido, que se aguante. En la vida uno tiene que arriesgarse y tomar partido. Querer contentar a todos es la manera segura de no gustar a nadie. Que se lo digan si no al protagonista de “Té y café”, que se ve en el terrible dilema de tener que elegir entre una y otra bebida. ¿Conseguirá quedar bien con los dos y, al mismo tiempo, rebelarse contra el bipartidismo? Lo podéis averiguar en dos páginas geniales.

 Un motivo parecido es el de “Hamlet”, en el que un director teatral teme incurrir en un abyecto acto de discriminación al elegir a un determinado actor para el papel del príncipe de Dinamarca. ¿Qué hacer?¿Incurrir o no incurrir?

Como vemos, los abusos del poder y las injusticias sociales son cuestiones prominentes en esta colección. Y ante estas situaciones, el pueblo y el autor tienen la obligación moral de tomarse la justicia por su mano. Veamos cómo comienza “Las cuitas del joven Werther”:

 El director de la filarmónica nos recibió con amabilidad.
-¿En qué puedo servirles? -preguntó.
-Nos debe cincuenta mil.
-Es posible, pero no acierto a saber por qué razón. ¿Podrían ustedes aclarármelo?
-En calidad de anticipo -le aclaré.
-Tal vez, es una práctica habitual. Pero anticipo, ¿a cuenta de qué?
-De nuestra actuación en la filarmónica.
-Sí, eso ya tiene cierto fundamento. Sin embargo, si no me falla la memoria, es la primera vez que nos vemos. ¿Acaso hemos firmado un contrato por correo?
-Aún no, pero podemos firmarlo ahora mismo…

Ya os he advertido de que Mrozek es subversivo. Y no se casa con nadie. Ni con el té ni con el café. Y si hay que reírse de los tiranos y los estúpidos, se ríe uno de los tiranos y los estúpidos, tanto de los que detentan el poder como de los que están abajo.

 El ejemplo que hemos visto también nos sirve de muestra del dominio de la técnica que tiene el autor como cuentista. Unas primeras líneas impecables, implacables, certeras, que nos atrapan y, cómo no, nos divierten. Algunos ejemplos más.

 ARQUEOLOGÍA
El ordenanza entró como una exhalación, anunciando que había descubierto a un ser humano enterrado bajo los expedientes…

LA ENCUESTA
Salgo de un supermercado y los de la tele van y me preguntan:
-¿Existe Dios o no existe?
-Ahora le digo -le contesto al del micrófono-, en cuanto me alise el pelo.
Saqué un peine del bolsillo y me alisé el pelo…

 EL HINCHA
Mi tío se moría. El telegrama no dejaba lugar a dudas. “Me muero. Tío”…

 EL SOCIO
Decidí vender mi alma al diablo. El alma es lo más valioso que tiene el hombre, de modo que esperaba hacer un negocio colosal…

 Y mejor me detengo, porque me dan ganas de ponerme a citar también los finales, que tampoco tienen desperdicio.

La corrupción a todos los niveles de la sociedad, los delirios de grandeza que tiene el mediocre, el tirano que todos llevamos dentro, el concepto de la burocracia como un fin en sí mismo, o el pavor a la toma de decisiones, son algunos de los temas centrales de La vida para principiantes. Nadie podrá acusar a este libro de ser demasiado polaco.

 La vida para principiantes es un libro pequeñito. Los relatos no ocupan, en su mayoría, más de un par o tres de páginas, y el libro se lee en un par de horas a lo sumo. Dos horas que son una gozada de principio a fin, y cuya lectura uno termina con la sensación de ser un poco más rebeldes. Al fin y al cabo, hemos explorado las bajezas del alma humana y encima nos lo hemos pasado bien.

Deja un comentario