Si conoces un poquito a este autor puedes imaginar algo del porqué de sus novelas. Es periodista y lo hemos notado en muchos de sus libros. Además es un mirador atento de la realidad que vive, y eso también lo hemos vistos en sus historias. Es un escritor capaz de profundizar en el alma humana, y no solo podemos verlo en Piedad, un libro que una vez leído será difícil olvidar para el lector. También novelas como Alcohol de quemar, una historia que va más allá de lo que cada uno de nosotros pudimos ver en un artículo periodístico de unos sucesos de hace ya muchos años…
Miguel Mena me parecerá ese hombre de ojos tristes y charla y escritura amena, incluso más que eso –creo que sucede a quienes utilizan las palabras desde el cariño–, pasa de ser un cronista a ser un verdadero contador o incluso hacedor de historias. Y el humor, que siempre está ahí en su justa medida cuando es preciso.
El autor lleva haciendo desde hace muchos años programas de radio culturales en los que trata temas y asunto de actualidad de índole social y cultural en la Cadena SER. Es además un hombre especialmente vinculado a la música, se nota su pasión por ella, también ha sido locutor de programas musicales, posee un gran conocimiento en especial del pop y el folk, y es algo que casi siempre está presente en las historias que nos cuenta. Para echar la vista atrás es capaz de llevarnos al pasado a través del recuerdo de una canción, pero también a través del cine y de la rutina de la vida, y esto es lo que hace en este último libro que nos presenta titulado Canciones ligeras.
Una novela que nace, al parecer, de cuando él trabajaba en Cadena Dial y le gustaba revisar la discografía de los años sesenta y encontró un disco de “Los 3 Carino”, un grupo musical de tres hermanos de Huesca que había triunfado fuera de España, sobre todo en Oriente Medio. Como buen periodista logró ponerse en contacto con uno de los hermanos, y aunque esta novela no es la historia de este grupo, si ha podido ser la base sobre la que asentarla.
Aquí les dejo una entrevista en la que lo explica ampliamente
Y es que Miguel Mena nos traslada al Madrid de los años sesenta metiéndose en la piel de Irene, una joven que quiere ser cantante pero está estudiando “secretariado”. No quiere ser madre pero se ha quedado embarazada. Una joven a la que sus planes de vida se le han venido abajo. Pero como ahora, en los años sesenta, también había quien al final tiraba para delante con todo, contando, también como hoy, con ese apoyo familiar sin el que los proyectos personales serían imposibles. No se puede concebir una sociedad como la española sin el arrope, la solidaridad y el apoyo de la familia.
¡Qué importante ha sido el apoyo de las madres para esas mujeres que quisieron ser mujeres por delante de cualquier otra cosa! Ser mujer y no la mujer de, ni la madre de, ni la hija de…
Al hacer este retrato de época podemos intuir cómo el blanco y negro de este país empieza a colorearse. Las ciudades españolas con bases americanas jugarán un importante papel a la hora de la apertura a esta nueva cultura que viene plagada de música y colores. Bien lo sabemos aquellos que pasamos la infancia en una de ellas, en mi caso en Zaragoza, aun cuando también fuésemos los primeros en gritar aquello de “OTAN NO o BASES FUERA”, pero esto es otra historia que ocurría muchos años después.
En torno a Irene veremos a otros muchos personajes, el periodismo no puede faltar ni el cine ni la radio, y la música estará siempre en la historia, y no solo como sonido de fondo, sino como personaje principal.
Me ha gustado leer esta novela de Miguel Mena. Siempre me gusta porque es un especialista en contar la vida cotidiana como si fuera especial, e incluso convierte la novela en algo adictivo creando en el lector la necesidad de saber más de cada uno de los personajes, pues cada uno de ellos merecería ser protagonista de su propia historia.
Hay muchas formas de abordar el pasado para contarlo, a mi me ha atraído siempre la que utiliza este autor, pone los ojos en personajes especiales pero comunes, ni buenos ni malos, todos están en tonos grises, como suele hacer Landero en sus historias, y si me ha recordado a Landero creo que es también por lo bien que utiliza las palabras, esa capacidad que tienen de convertir en literatura la vida más sencilla. Y la no tanto, porque les tengo que contar que Irene viajará a países exóticos, concretamente a Oriente Medio, y esta será la formula que utilizaremos para situar a España en el mundo y en la historia, así como determinados momentos importantes para el devenir de ese Oriente que tan lejano se nos antojaba.
Dicen que la historia la han escrito los hombres y que por eso no aparecen casi mujeres en ella, y es cierto, pero cuando escribimos desde el recuerdo personal, como hace Miguel Mena, no podemos obviar a esas mujeres que hemos visto en nuestra propia familia, madres, tías, hermanas, y las historias que nos han contado de nuestras abuelas, bisabuelas…, ¿Cuántas de esas mujeres merecerían tener un nombre propio en la Historia? Muchas. Por su valentía, porque sin ellas la sociedad no hubiese avanzado, porque fueron las mujeres que forjaron el carácter rebelde de aquellas que les sucedieron. Mujeres como Irene, claro, pero sobre todo mujeres como la madre de Irene, que con miedos y con todas las reservas fueron el firme soporte para quienes querían hacer realidad sus sueños.