Cuentos de buenas noches para adultos estresados, de VV. AA.

Cuentos de buenas noches para adultos estresadosQue esta edición de Plaza y Janés es una preciosidad, salta a la vista, pero le veo un fallo: el título. Sí, el título, porque Cuentos de buenas noches para adultos estresados, a mí parecer, transmite una idea equivocada de lo que nos vamos a encontrar en su interior. Con ese título y las modas literarias de hoy en día, lo más fácil es pensar que se trata de uno de esos librillos con historias intrascendentes para leer en cinco minutos. Sin embargo, quien se anime a leer la contraportada o a ojear el índice, descubrirá que lo que esconde entre sus páginas es una magnífica colección de los grandes cuentistas de los siglos XIX y XX.

Para meternos en ambiente, Lucy Mangan, en la introducción de Cuentos de buenas noches para adultos estresados, nos hace retrotraernos a la infancia, cuando cogíamos un libro y pasábamos la tarde sin pensar en nada más. Entonces no había problemas o listas de tareas pendientes inacabables que provocaran que tuviéramos que releer una página entera porque hacía ya rato que la mente se nos había ido a otra cosa. Con el propósito de recuperar esos momentos, ahora que ya no podemos volver a ser niños, nos invita a acercarnos a lo que leíamos de pequeños.

Además de poesías de Goethe, Lorca, William Wordsworth, Christina Rossetti, Eugene Field, Matthew Arnold, William Blake, D. H. Lawrence y Nathaniel Hookes, encontramos extractos, que parecen cuentos en sí mismos, de novelas como El viento en los sauces, de Kenneth Grahame y Diario de un don nadie, de George & Weedon Grossmith. Y de otras que conocemos desde la infancia, ya sea por haberlas leído o por haber visto sus adaptaciones en el cine o en la televisión. Es el caso de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, Heidi, de Johanna Spyri, Ana de las Tejas Verdes, de L. M. Montgomery y El jardín secreto, de Frances Hodgson Burnett.

Entre los cuentos seleccionados, está El regalo de los Reyes Magos, de O. Henry, que ya reseñé en su día, y El gigante egoísta, de Oscar Wilde, uno de sus relatos más recordados. A estos grandes autores los acompañan otros tanto o más célebres: Saki, Guy de Maupassant, Tolstói, Chéjov, Bécquer, Edith Wharton, Andrew Lang, Kate Chopin, E. Nesbit, Laura E. Richards, Katherine Mansfield, T. Crofton Croker y Richard Jefferies.

No solo hay cuentos que nos hacen reencontrarnos con la infancia, más de uno nos hace darnos de narices con las inquietudes y sinsentidos de la vida adulta. Y todos, de una manera u otra, nos hacen parar un momento y pensar. Pensar que basta con salir a la naturaleza para ver la vida con otros ojos, como los personajes de El jardín secreto; que siempre hay un hueco para la diversión si nos dejamos llevar, como le sucede al protagonista de El viento en los sauces; que podemos vivir en el Pueblo Comprensivo si aprovechamos la oportunidad, como en el cuento de Nesbit; encontrar la respuesta de a quién escuchar, a quién evitar y cuál es la actividad más importante, como el rey de la historia de Tolstói, o la de qué queremos y qué pedimos, como en la de W. H. Hudson.

Cuentos de buenas noches para adultos estresados es un pasaje a la infancia, un remanso en la vida adulta. Porque ahora, que ya tenemos cierta edad, necesitamos más que nunca la ficción para pausar los problemas del día a día, aunque sea solo durante un rato antes de dormir y, al menos así, tener dulces sueños.

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