Desaparecer de sí, de David Le Breton

Desaparecer de sí

Resulta curioso observar cómo en el mundo de conexiones múltiples en el que vivimos, cada vez hay más personas que quieren desconectar. Las hay que deciden encerrarse un par de semanas en un convento, mientras otras regresan a vivir al campo del que sus abuelos habían partido dos generaciones atrás. Ahora que es más sencillo saber de alguien que está al otro lado del mundo, ahora que hemos conseguido tener a quien queramos en la palma de la mano en el momento en el que deseemos, sin embargo hay quien prefiere aislarse, desaparecer, mudarse de este universo entrelazado a otro en el que pueda sentirse solo. Porque también es más fácil que nunca llevar el trabajo a casa, sentirse agobiado por las relaciones sociales constantes, tener la impresión de que hay que permanecer en continuo movimiento para no quedarse atrás. La curiosidad por este fenómeno me llevó a enfrascarme en la lectura de Desaparecer de sí, de David Le Breton, que acaba de publicar Siruela.

Una de las primeras cosas que he comprendido leyendo el libro es que, a pesar de lo actual que parece, la tentación de desaparecer tiene unas raíces históricas profundas. Le Breton encuentra, por ejemplo, bastantes casos en la literatura: su exposición abarca desde el Bartleby de Melville, un personaje que se anula progresivamente y termina desapareciendo de la manera más radical, hasta los múltiples álter ego de Pessoa, que interpreta este antropólogo francés como una manera de diluir la personalidad individual del propio literato portugués.

Desaparecer de sí está sembrado de referencias literarias, pero tras esta parte inicial de contextualización, Le Breton se zambulle de manera decidida en la casuística. Viendo desfilar una tras otra formas distintas extraemos la segunda enseñanza principal de su discurso: la desaparición puede presentarse de muchas más maneras que las que se consideran a priori, y puede ser relacionada con ámbitos de la existencia y del conocimiento muy diferentes. Por citar uno de los ejemplos más polémicos, en un punto del libro se aborda la depresión como forma de desaparición, y sobre ella Le Breton termina escribiendo: “la depresión es el medio que se encuentra, sin ser consciente de ello, para bajar el ritmo. Es una de las formas más intolerables de las desapariciones […]. Pero se trata también de una reserva de aire fresco para volver un día a la vida con una visión de conjunto más completa”. Esta ampliación del zoom me ha hecho torcer el gesto en un par de momentos concretos de la lectura, tengo que reconocerlo. Aparte de la depresión, el Alzheimer también es considerado una forma de desaparición por el autor, y personalmente me parece en ambos casos que olvida casi por completo su dimensión clínica y que son incluidos aquí un tanto a la ligera.

Por el contrario, las páginas dedicadas en Desaparecer de sí a fenómenos como los hikikomori, el burnout o a los vagabundos que lo son por elección, de los que el autor describe algunos casos concretos, son de lo mejor del libro. En un tono que es a la vez divulgativo y profundo estas conductas son descritas con acierto, interrelacionadas y puestas en contexto a la perfección.

Como no se trata de una novela, puedo decir que hacia el final del libro el autor se enfoca en aspectos prácticos y concretos de la desaparición, y que centra un poco más el tiro para terminar hablando de lo que, en un principio, parecía ser su punto de interés fundamental (la tentación contemporánea de desaparecer). A pesar de ello he echado de menos, no obstante, algunos datos más concretos sobre el desarrollo actual del tema, como la penetración que tiene según las distintas culturas y regiones.

Por tanto, la impresión final de este ensayo de David Le Breton es que sobre todo funciona muy bien como fenomenología de la desaparición, como punto de referencia bibliográfico que no podrá faltar en cualquier estudio futuro de la cuestión. El catálogo que describe es muy amplio, y en todos los casos hay que anotar en el haber del autor que lleve a cabo una exposición detallada, ordenada y bien documentada. El tiempo dirá si se convierte en un texto clásico sobre una materia cada vez más estudiada o si, por el contrario, termina pasando desapercibido entre la marea de novedades editoriales, esa cruel manera que tiene el libro de desaparecer de sí.

Deja un comentario