Diario de los años del plomo

Reseña del libro “Diario de los años del plomo”, de Richard Matheson

Diario de los años del plomo

Yo hubiera querido ser Wild Bill Hickok. El de verdad. Y sé que usted también, aunque ahora quede liberado de responsabilidad, de tener que confesarlo abiertamente a sus íntimos, en la cena de navidad del trabajo o igual que hago yo en esta humilde reseña. Pero me da igual, porque imagínese: ser un ex combatiente de la Guerra de Secesión. Con el sudor empapándole el pecho. Imagínese. Uno de esos mercenarios que han salvado milagrosamente el culo y están a dos sustos de volverse del todo majaras. Imagínese. Un vaquero peligroso. Con su sombrero, su pistola y su caballo recorriendo sin rumbo fijo Monument Valley. Buscando fortuna y amor, y con su propia canción de fondo.

¿Qué me dice?

Pues siga, siga imaginándoselo que estamos en mitad de la reseña…

Sí. Lo de dormir aquí o allá, ya sabe. Y puede que con esta o con aquella…(uf, quién sabe). Y beber y beber y beber y seguir bebiendo. Y jugar. Disparar pero solo cuando haya que hacerlo. O no, qué coño. Poner el honor y la dignidad y el miedo y la soledad y la muerte siempre sobre el tapete, sin trampa ni cartón. Conocer a los hijos de puta más peligrosos del mundo y jugarse a vida o muerte su amistad perpetua. Pasar de la horca a ser el sheriff, ¿se imagina? De ser un forajido a una leyenda. Y de una leyenda a una simple sombra vagabunda que se desvanecerá ante el último disparo…

Vale, vale. Ya lo dejo.

Pero imagínese…

Vale. Ya sí.

(…)

El caso es que le decía ayer y más arriba que, dentro de esos contornos tan reconocibles, tan oníricos y sexys (también imperfectos y muchas veces indeseablemente arcaicos) que suele tener la silueta de un vaquero clásico de estas características, Clay Halser (el llanero solitario que inspira y recuerda la figura de Will Bill Hickok) es un personaje incontestable y literariamente I-NOL-VI-DA-BLE. También lo será para usted, estoy convencido de ello. Tan bestial y tan frágil, el cabrón. Tan terrible y tierno. Tan valiente y tan asustado siempre y a la vez. Tan real, ¿verdad?

Solo por ese personaje, Diario de los años del plomo, del formidable escritor Richard Matheson, (autor-no olvidar nunca este dato-de librazos como Soy Leyenda o El hombre menguante), es uno de los mejores westerns clásicos que he leído nunca (y ya han sido unos cuantos, lo juro por dios). Y también juro por dios (¡y que venga a por mí el diablo si quiere y se atreve, joder!) que este es uno de los mejores que se han escrito hasta la fecha. ¡Por estas!

Clay Halser, a lo largo de más de una década, y entre duelos y quebrantos que más quisieran para sí todos los John Wayne juntos, se dedica a escribir un diario. Ahí es nada. Tres cuadernos, para ser exactos. En ellos, el pistolero más famoso del oeste cuenta con detalle, honesta amargura y la tierna sencillez de un hombre sin más formación que la que da el camino polvoriento, su particular periplo tras la Guerra de los Estados Unidos. Por su parte, Frank Leslie, un periodista que entabló relación con Halser en aquellos tiempos, encontrará los cuadernos unos cuantos años después y tras un reencuentro aciago con Halser. Entonces, nos los presentará en una alternancia de voces tan genial y verosímil que se creerá usted a punto de abatir las puertas y entrar en escena en el saloon.

Diario de los años del plomo son las fabulosas peripecias de un hombre convertido en mito y también las del mismo mito derrumbándose y terminando por aplastar al hombre. También es la historia de un país en reconstrucción, sobrenatural por lo gigantesco, casi ficticio; un país en manos de la incertidumbre, los buscadores de fortuna y la corrupción. Un país regido por la ley del más fuerte. O, en este caso, del más rápido. El origen del sueño americano de mierda.

Si usted no se imagina poniendo orden ahí, entonces no es usted bienvenido a esta lectura.

Y no quiero volver a verlo en este maldito lugar.

¿Entendido?

Así que coja el maldito libro de J.M. o el del moñas de turno que este leyendo en este momento y lárguese con viento fresco de aquí antes de que sea demasiado tarde…

(y algún malnacido le regale esta semana otra de esas patéticas trilogías de los cojones).

¡Largo he dicho!

Deja un comentario