Reseña del cómic “Don’t spit in the wind (No escupas al viento)”, de Stefano Cardoselli
No hay planeta B. No hay plan B. Nos la hemos jugado todo a una carta y parece que vamos a perder. Futuras generaciones se preguntarán en qué cojones estábamos pensando. Hemos echado a perder lo que presuponíamos la herencia de nuestros hijos sin pararnos a pensar que realmente era un préstamo. Ahora toca hacer un último esfuerzo. En las suposiciones más optimistas todavía hay una opción. Lo que antes era certeza ahora ya es puro azar. Toca remar todos en la misma dirección. Aunque, para variar, los que más agujeros podrían tapar de este barco que se hunde siguen mirándose el puto ombligo. Se acerca un cataclismo medioambiental del que en tantas ocasiones nos han advertido desde una película, un libro o un cómic y que desde hace ya un tiempo hemos dejado de ser meros observadores para convertirnos en protagonistas. El último en valerse de una Tierra esquilmada por el ser humano es el autor Stefano Cardoselli. Con Don’t spit in the wind (No escupas al viento), publicado por Diábolo Ediciones, el artista natural de Italia imagina las desventuras de un grupo de basureros en un mundo totalmente contaminado y tóxico para el ser humano para lanzar una crítica muy poco halagüeña sobre nuestro propio futuro.
Don’t spit in the wind (No escupas al viento) es un slice of life que toma como protagonistas a un grupo de basureros encargados de limpiar la Tierra. El inicio recuerda a la película Wall-E. Pero en vez de tener a un robot muy cuco vagando por un mundo inhabitable lo que encontramos es a un puñado de humanos enfundados en unos trajes espaciales que les ayudan a sobrevivir en un lugar altamente radiactivo. Curiosamente los animales parecen haberse adaptado a las circunstancias y han conseguido prosperar. Mientras las tareas de limpieza se llevan a cabo, la raza humana sobrevive en una estación espacial en vuelo orbital. Allí se sigue reincidiendo en todos esos errores que llevaron a los humanos a abandonar la Tierra. Así pues, a pesar de que coincide con la película de Pixar en lo de que la Tierra se regenera si los humanos no la habitan, Don’t spit in the wind (No escupas al viento) tiene un mensaje más catastrofista, menos esperanzador y mucho más repleto de violencia. Así pues, el guion, algo descafeinado a la par que apresurado, da brochazos poco sutiles sobre el cambio climático, sobre el esfuerzo infructuoso de las clases más bajas, el despilfarro de las altas y el consumismo más exacerbado.
El cómic Don’t spit in the wind (No escupas al viento) basa toda su apuesta en un aspecto visual realmente potente. Cardoselli, con trabajos publicados en revistas como Heavy Metal y creador de personajes y storyboards para el cine, goza de un estilo detallista y en ocasiones hasta recargado pero sin llegar a la abigarración obsesiva de Geoff Darrow. Los trajes de los basureros son una representación de la persona que los viste, y así lo muestra el autor añadiendo una camisa por aquí, unas chapas por allí, unos colgantes que muestran su inclinación religiosa o hasta grabados en el propio metal. Lo mismo podríamos decir de los miembros de La secta de los adoradores de la basura. Un puñado de zumbados que no les pondrán las cosas fáciles a los protagonistas y que Cardoselli no duda en vestirlos con todo tipo de prendas que les da ese aire de vivir en un constante fin del mundo. Un mundo muy gamberro que recuerda la Australia post-apocalíptica de Tank Girl pero que también desprende esa belleza de la que era capaz de crear Moebius. Y esta belleza, esta inesperada luminosidad en un mundo devastado, es gracias a la paleta de colores que utiliza el colorista Dan Lee y que resulta la única chispa de esperanza de un cómic que, a pesar de los toques de humor, llega a ser algo lúgubre por hablar con mucha franqueza.