El gato, de Georges Simenon

El gatoConvéncete: la vida matrimonial sin amor es un infierno. Pero la soledad, tan cruel… Dos opuestos obligados a coexistir, porque el uno hace los días insufribles, mientras que el otro hiere cada fibra de uno mismo por el anhelo de compañía. Dos opuestos que, en los papeles de los protagonistas de esta historia, deben, además, convivir en el mismo espacio. Un planteamiento costumbrista y veraz el que desarrolla esta novela de elevadísima sensibilidad emocional, altas dosis de crueldad y un elegantísimo uso del humor. Una obra corta que se hace gigante con cada página.

El gato es una de las últimas novelas que escribió el grandísimo y prolífico escritor Georges Simenon antes de retirarse a finales de la década de 1960. Conocí este título a través de una adaptación teatral por una compañía italiana que estrenó en el Teatro Piccolo Eliseo de Roma.  No es extraño que fascinara tanto el texto al director de la obra y que decidiera adaptarla, ya que tiene elementos que muestran la fuerza escénica que con tanta exquisitez describe su autor. Los espacios, tanto la casa donde conviven, como los exteriores, callejón o una vinatería, además de la relación y movimientos de los dos protagonistas, parecen descritos a través de acotaciones dispuestas para su representación sobre un escenario. Para los interesados en la adaptación teatral, decir que corre a cargo de la dirección de Roberto Valerio con la interpretación de Elia Schilton y Alvia Reale. Muy recomendable escuchar el podcast dedicado a la obra Il gatto del programa de radio italiana Il teatro di Radio3.

Simenon es célebre, sobre todo, por las obras policíacas que protagoniza el comisario Maigret en la mayoría de sus títulos. En esta novela corta, sin embargo, explora un cuadro ordinario de la vida conyugal entre dos jubilados cuyo cariño y amor jamás existió. Émile es un obrero retirado, de carácter agrio y maneras en absoluto delicadas; Marguerite es hija de una familia acaudalada, con una educación basada en la elegancia y el puritanismo. Ambos perdieron a sus respectivas parejas y cuando se conocieron, la soledad que vivían les hizo cometer el fatídico error de casarse en segundas nupcias. Él recuerda los bailes y las noches de alcohol y sexo con su primera mujer; ella añora la delicadeza y buena postura de su primer marido, un músico reputado. El miedo a llevar una vejez solitaria y ver pasar los días poco a poco hasta que la muerte les encuentre solos les aterra. Por eso, obviando un amor y cariño inexistentes, decidieron casarse y vivir juntos. Émile adoraba a su gato, Marguerite estaba encantada con su papagallo. Ambas mascotas serán la diana de sus odios y frustraciones. Una mañana, el gato amanece muerto por envenenamiento y ese será el desencadenante que convierta la vida del matrimonio en un auténtico infierno.

Con un estilo muy elegante, Simenon contará la historia con distintos saltos en el tiempo hacia delante y hacia atrás donde conoceremos más acerca de este peculiar —y bastante frecuente en la vida real— matrimonio frustrado. El humorismo de su autor contrasta con la violencia que subyace en las desavenencias que surgen entre ambos protagonistas. Sin posicionarse por uno en favor del otro, el narrador deja muestras del día a día de Émile y Marguerite, de cómo sin palabras, con una mirada furtiva, a veces con escucharse cuando cada uno está en una habitación distinta, mantienen su peculiar diálogo de odio y, a la vez, necesidad de estar juntos. Una enfermiza relación de dependencia que parece encontrar su equilibrio precisamente en esas discusiones.

Un muy buen ejemplo de la sensación de angustia, de matrimonio fragmentado, a través de los recursos descriptivos que emplea Simenon para introducir la acción ocurre mientras están en la casa: en un silencio sepulcral, él hace que lee el periódico, ella finge tejer calceta, ambos espiándose entre sí; fuera, las máquinas y grúas van derribando poco a poco los edificios colindantes que antes fueran el callejón de su vivienda. Una metáfora de cómo su vida se les cae a pedazos, dejando solo escombros y vidrios rotos.

El gato tiene un estilo elegante, teatral, y que, sin dejar de lado la oscuridad de una vida en pareja nefasta y sus consecuencias, cede cierto terreno a un humorismo sutil que enhebra, página a página, una comedia trágica. La comedia en la que ambos protagonistas, Émile y Marguerite, viven. Caerá el telón, los actores saludarán al público, pero cuando vuelvan a adentrarse entre bambalinas, continuará su comedia.

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