El verano muere joven, de Mirko Sabatino

Cuando estás solo las cosas te suceden únicamente a ti.

En teoría esta ley también debería valer para la felicidad, pero no se adapta a ella por culpa de esa palabra —solo— en torno a la cual la felicidad, por más que la coloques, tires de ella, la remetas, siempre deja arrugas.

Tenía doce años y medio cuando empecé a estar solo, y desde entonces no he dejado de estarlo. Se ha convertido en una actividad, más que en una condición. Así que cuando supe que la iban a sacar, volví a mi pueblo natal del mismo modo que, unos cuantos años antes, me había ido.

Solo.

Hay veces que empiezas un libro sin demasiadas expectativas y te da la sopresa. Es el mejor de los escenarios, el ideal. Y eso es lo que me ha pasado con El verano muere joven de Mirko Sabatino. Es una delicia de libro, lo que se dice una joya. Un libro fino, de apariencia sencilla, aunque con una portada sugerente que nos transporta al verano y a la infancia y que, sin embargo, se ve elevado por su prosa y por el respeto, la inteligencia y la delicadeza con los que trata los distintos temas que aborda: la amistad, la lealtad, la venganza, la ira, el miedo, la pérdida, el sexo… la vida.

El verano muere joven, en primer término, se podría definir como una novela de iniciación que trata sobre la amistad; la de tres jóvenes de apenas trece años, que en un pequeño y bello pueblo de la costa italiana, en los años 60, se verán abocados a un verano violento, de acoso y de venganza.

Con el pulso de historias como las archiconocidas Cuenta conmigo o El señor de las moscas los personajes firmarán un pacto en el que si a alguno de ellos le hacen algo, los otros dos le ayudarán a vengarse de sus verdugos. Así, la inocencia y la alegría propias de la infancia, irán dando paso a la edad adulta y a una violencia que nunca debería abrirse hueco en la vida de un niño.

Las calles.

El sonido del calor que rebota sobre el adoquinado. El bochorno que zumba en las orejas y las callejuelas que trepan entre las casas blancas y nosotros como tres soldaditos de plomo en marcha, siempre la misma vuelta: te bastaban diez minutos y estabas en el punto de partida; nuestro mundo en miniatura, nuestro mundo a medida. Los pisos en los que vivíamos eran lugares en los que consumir la parte funcional de nuestra existencia; pero nuestra casa eran las callejuelas, y la plaza, nuestro salón.

Los personajes principales son los tres amigos que podrían ser encasillados como el amigo fuerte, el débil y el neutral, que actúa como nexo y equilibrio en el grupo. Sin embargo, en El verano muere joven nada es tan sencillo como parece. Todos los personajes son trágicos, complejos y evolucionan enormemente a lo largo del libro.

Estos preadolescentes no son los únicos protagonistas. Cobrarán también especial relevancia las mujeres que les rodean: amigas, abuelas, hermanas y, sobre todo, madres. Mujeres tan diferentes entre sí como parecidas. En el caso de las madres de nuestros tres personajes principales, ellas serán el pilar principal en sus hogares, haciéndose cargo de todo ante la ausencia paterna y, sin embargo, y a pesar de ello, estos ejercerán sobre ellas el dominio esperado por la sociedad de la época.

Sobre la prosa de Mirko Sabatino sólo puedo decir que mientras lo lees sabes que estás leyendo algo grande y es que el autor italiano es de esos privilegiados que hace fácil lo difícil, que hacen que quieras subrayar el libro de principio a fin. El verano muere joven, es una novela que marca, que deja huella, que no se queda en la historia entrañable, nostálgica y bonita que podría ser por su escenario y su género, sino que va más allá convirtiéndose en un caramelo agridulce que pica pero que no quieres que se acabe nunca.

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