Guayacanal

Reseña del libro “Guayacanal”, de William Ospina

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En la contracubierta de Guayacanal, pone que «William Ospina revive la historia de sus bisabuelos, de sus abuelos, de Padua —el lugar donde nació—, de un tiempo lejano que, si bien es el de su infancia, también podría ser el de su vida entera»; con eso habría bastado para que yo lo leyera, pues no hay nada que me atraiga más que conocer las historias relatadas por nuestros antepasados. Pero es que, además, decía que Guayacanal logra «desentrañar el espíritu de un país entero y resucitar una Colombia extinta». Eso me hizo recordar Historia oficial del amor, una de mis mejores lecturas de 2017, en la que Ricardo Silva Romero retrataba la Colombia de las últimas décadas a través de la historia de su familia y, en especial, de sus padres. Me apetecía comprobar hasta dónde llegaban las semejanzas.

Ambas obras comparten una motivación similar y una prosa exquisita, pero Guayacanal, la novela que hoy nos ocupa, se retrotrae mucho más, lo que contribuye a que destile el encanto propio de otros tiempos.

En el capítulo inicial, William Ospina nos habla del trayecto que sus bisabuelos hicieron a lomo de una mula ciento treinta años atrás, que concluyó en el pueblo en el que viviría su familia durante setenta años y al que él no había podido regresar desde su infancia por diferentes contratiempos. Guayacanal es una forma de volver a esa tierra, incluso a esos tiempos que Ospina no vivió pero le han contado. Y para hacernos el viaje aún más íntimo, lo acompaña de fotos antiguas, llenas de detalles que todavía hoy en día trata de descifrar. Como dice el propio autor, «hay más noticias de la realidad en las fotos familiares de antes que en las de ahora» porque en ellas no aparecían «sonrisas falsas ni gestos vanidosos».

William Ospina habla de sus bisabuelos, Benedicto y Rafaela (que tuvieron ocho hijos y ¡setenta y dos nietos!), de aquellos años en los que el odio no había arraigado en las tierras colombianas y vaciaban de oro las tumbas de los indios. También recrea el surgimiento de los cafetales que enriquecieron la zona y la época que les tocó a sus padres, cuando huir fue el único modo de seguir con vida. Es decir, nos hace ir desde la colonización antioqueña hasta las masacres de los liberales y conservadores de mediados del siglo XX.

Hilvanando anécdotas propias o heredadas, Ospina nos hace sentir esa tierra difícil y peligrosa que es Colombia, pero también toda su belleza y misterio sobrenatural. Decía García Márquez que él no escribía realismo mágico, sino las historias de su tierra tal y como eran, y las que relata Ospina son un buen ejemplo de que tenía razón, pues nos deja el mismo regusto: una mezcla indefinible de violencia y poesía, de lo trágico y lo increíble.

Guayacanal es, en definitiva, la historia de la Colombia profunda y olvidada, a través de las vivencias y desgracias de la gente de a pie, representada en la familia de William Ospina. Es un recuerdo, una nostalgia, una obra arrebatadoramente hermosa a pesar de la crudeza que retrata. Guayacanal es una lectura deliciosa, incluso cuando duele.

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