La brisca de cinco

La brisca de cinco, de Marco Malvaldi

La brisca de cinco
Que un libro sencillo, causante de puro gozo lector, como La brisca de cinco, sea un éxito editorial no debería ser noticia; sin embargo, lo ha sido. Eso debería darnos que pensar. Por ejemplo, en qué afirmamos leer y en qué leemos verdaderamente; y, si son dos respuestas distintas, en por qué sentimos que debemos mentir cuando nos preguntan. Todo eso debería hacernos reflexionar sobre nosotros mismos, como individuos lectores y como sociedad; sobre nuestros ideales y nuestros complejos, nuestra personalidad o nuestra falta de ella; sobre qué funciones atribuimos a la literatura y a la lectura y si las miramos de igual a igual o las encerramos como a una princesa en un castillo de marfil.La brisca de cinco, un relato nacido como un divertimento –Marco Malvaldi afirma en una entrevista que la escribió para distraerse de una época de estudios muy exigentes–, se ha vendido mucho y ha gustado mucho. Incluso, parece ser, fueron los propios libreros quienes promocionaron el libro entre sus clientes, a título personal. Y ha sido tal el éxito, que ha habido nuevas entregas, con los mismos personajes.

La brisca de cinco se desarrolla en la imaginaria población italiana de Pineta, más concretamente en el bar Lume, regentado por el joven Massimo, y con su abuelo y otros cuatro ancianitos como parroquianos habituales. Es una novela que tiene dentro de sí una historia policiaca: atrapar al asesino de una joven. Pero lo que es realmente es una novela costumbrista, y la época que retrata es una época de cruce entre un modo de vida que está dando sus últimos coletazos –el de los pueblos pequeños y casi familiares, representado por los ancianos protagonistas, con sus partidas de cartas cada tarde, su habla llena de color y de vehemencia, un tanto extemporánea, sus batallitas– y otro que ha irrumpido con fuerza y va dominándolo todo, borrando las características propias y típicas de cada pueblo y cada comunidad, uniformizándonos a todos en este mundo global: el del turismo a mansalva y la urbanización en aras del negocio, el de las macrodiscotecas y los jóvenes que han olvidado sus raíces y son iguales a todos los demás; el de domingueros que van de acampada, no para disfrutar de la naturaleza, sino para hacer exactamente lo mismo que en su ciudad pero en otro ambiente y, de paso, dejarlo todo sembrado de basuras.
“Lo único agradable que se puede hacer un día de mediados de agosto a las dos en punto de la tarde, cuando se respira calor líquido e intentas no pensar en que aún faltan seis o siete horas para la cena, es ir con algún amigo a tomar algo a un bar (…).
“Pero lo importante es que corra una brisilla.
“Ese hilito de viento de la intensidad correcta levanta ligeramente la camisa de la piel, te cuenta con dulzura las vértebras y te refresca los vanos entre los dedos de los pies, a los cuales las chanclas de plástico han dado hasta ahora poco alivio, pero es tan suave como para no desordenarte el emparrado del pelo. El olor a yodo de la brisa marina te destapona la nariz, te convence de respirar y, cuando el héroe que ha hecho las veces de camarero regresa con las bebidas y las cartas, el humor se ha serenado y la tarde se ha acortado bastante respecto a hace unos instantes.
“Estas cosas, a los veinte años, son agradables; a los ochenta, son la sal de la vida.”
Toda esa crónica de la convivencia o el choque entre dos formas de entender el mundo se nos relata en La brisca de cinco con el pretexto de la historia detectivesca. Y, sobre todo, con mucho sentido del humor, lo cual hace que sonriamos y no que nos pongamos melancólicos, cosa que habría sucedido sin duda de no ser por la vis cómica de Marco Malvaldi. Ese sentido del humor permite que ese casi pasado no sea un edén idealizado, sino que se reflejen también sus lados menos agradables: la monotonía, el aburrimiento, el chismorreo y la fiscalización propios de cualquier pueblo pequeño, el corsé de las apariencias, la existencia de castas sociales.La brisca de cinco nos gusta tanto porque habla de lo más importante: de nosotros mismos, de usted, de mí, de cualquier persona normal y corriente con una vida normal y corriente, quizá repetitiva, de la que, en el fondo, ansiamos evadirnos de vez en cuando, aunque sólo sea para volver, nostálgicos, al cabo de un rato. Es, al mismo tiempo, una narración muy mediterránea, que nos muestra que, a la par que cada uno tiene sus raíces, tiene en común con otros pueblos mucho más de lo que cree.

2 comentarios en «La brisca de cinco»

  1. … es una lástima que no diera más recorrido a los ancianitos (con un potencial enorme) y se limitara a dar cortas pinceladas para dibujar el desarrollo urbanístico que barre sin miramientos lo esencial. Me gustó (mi post es claro reflejo de ello) pero me supo a poco y esperaba que la segunda novela tuviera más recorrido pero por lo que me han dicho vuelve a ser una novela interruptus. Una lástima pues creo que el autor tiene aptitudes para proporcionarnos una obra mayor.

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  2. Gracias por tu comentario, me encanta que en mis reseñas haya animación 🙂

    Sí, tenía aspectos que podían haberse desarrollado más. Quizá se notaba que era una novela que no empezó con pretensiones de serlo, sino como un entretenimiento. Desde luego, tiene gran espíritu crítico y a mí también me gustó esa parte.

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