La mujer que no envejecía

Reseña del libro “La mujer que no envejecía”, de Grégoire Delacourt

La mujer que no envejecía

La cubierta de La mujer que no envejecía, de Grégoire Delacourt, llama la atención. ¿Cómo no va a hacerlo si en ella aparece una joven hermosa? ¿Hay algo que acapare más miradas que la juventud y la belleza unidas en una misma persona? A eso juega la cubierta porque precisamente eso es lo relata esta novela.

Con capítulos cortos, Grégoire Delacourt nos cuenta la vida de Betty desde su nacimiento, cómo crece año a año, centímetro a centímetro, hasta que a los trece envejece de golpe, pero, en este caso, solo metafóricamente: se queda huérfana de madre y nada vuelve a ser igual.

Tras ese punto de inflexión, conocemos su adolescencia, sus ansias de libertad y descubrimiento y sus primeros amores. Todo transcurre como en una vida normal y corriente. Pero, a los treinta años, un amigo le pide que participe en un proyecto fotográfico llamado Tiempo, que consiste en fotografiar año a año a varias personas, siempre con la misma ropa y en la misma postura, para observar los estragos que el tiempo deja en sus rostros. El siguiente punto de inflexión en la vida de Betty se da cinco fotografías después, cuando, con treinta y cinco años (la edad a la que murió su madre), se percata de que su físico se mantiene inmutable.

¿Acaso tiene su piel el secreto de la eterna juventud?

¿Es una suerte permanecer joven mientras la gente de su alrededor envejece o, tal vez, se trata de una condena? ¿De qué sirve aparentar siempre treinta años si tu cuerpo por dentro sufre el deterioro propio de la edad?

Sobre todas estas cuestiones reflexiona Grégoire Delacourt en esta novela. Obviamente, ser eternamente joven y hermosa tiene más inconvenientes de lo que parece a simple vista. Aunque tampoco es tan malo, y esa es, desde mi punto de vista, la mayor flaqueza de la historia: aborda una cuestión que podría dar muchísimo de sí, ser realmente dramática, y el autor se queda en la superficie.

El tema de ha dado vueltas en la cabeza, pero ninguna de las circunstancias por las que pasa la protagonista ha logrado el mismo impacto. No quiero caer en el tópico, pero lo cierto es que me he planteado cómo habría profundizado en esta premisa una mujer bella que haya sentido en sus carnes esa necesidad de mantenerse joven a toda costa para seguir siendo aceptada y valorada en su entorno; seguro que La mujer que no envejecía sería infinitamente más angustiante, y yo estaría encantada de leer esa versión. Pero creo que ese no era el objetivo de Grégoire Delacourt, que en el fondo nos relata una historia de amor truncada por algo en apariencia tan idílico como es que una mujer permanezca siempre joven y hermosa.

A mí, me ha resultado una lectura ligera, agradable, y en ese sentido la recomiendo: se lee en un suspiro, cosa que se agradece para intercalar entre libros más densos. Sin embargo, si buscas una novela que realmente te cale, es posible que La mujer que no envejecía te deje a medias.

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