Un mundo regido por la lógica tiene sus restricciones. La locura, en cambio, no entiende de fronteras. Comprender esto significa acercarse a La Patrulla Condenada: Desde las cenizas con la mente abierta y abrazar la demencia que inunda sus páginas. Porque en los cómics de superhéroes siempre ha habido traumas que superar (mirad a Batman, tiene una buena colección) pero pocos personajes acaban aceptando su condición y hasta sacando provecho. “Hemos conocido la locura y el delirio y ya no tenemos miedo.”
Cuando Grant Morrison tomó las riendas de La Patrulla Condenada, el grupo comandado por Niles Caulder ya estaba formado por un puñado de bichos raros excéntricos. Morrison elevó esa excentricidad a la máxima potencia y les dio complejidad emocional para sufrir por su condición. Porque al final, lo que quería cada uno de ellos era ser normal, que los demás los tratasen como a iguales, sin que el estigma de la locura les persiguiera allá donde fueran y que sus compañeros de profesión no se fijaran en ello. “Hablando de chalados, aquí llega La Patrulla Condenada.”
Con el tiempo lo normal aburre. Por eso en La Patrulla Condenada hay una pequeña juerga tras cada página. El cómic tiene un aire de seriedad, de mostrar personajes de personalidades profundas y complejas sin llegar a la parafernalia tediosa, al juego aburrido, de centrar cada aventura en esa misma complejidad. Así que Morrison se va a lo estrambótico, a esa metaficción que tan bien domina. De esta forma encontramos a los hombres tijera, unos tipos sin rostro y con tijeras en vez de brazos que te recortan de la realidad (como esas muñecas de papel… recorte con cuidado por la línea de puntos) para lanzarte a otra donde el mundo es una aberración construida con huesos. También se las verán con una deidad, de inmenso poder e ínfima cordura, que tuvo su papel estelar en los crímenes de Whitechapel y que incluso hará dudar a La Patrulla, y al propio lector, si se están enfrentando al creador del mismísimo universo.
Así que, cuando te enfrentas a la locura, es una ventaja estar loco. Como Cliff Steele, un mero cerebro atrapado en el cuerpo de un robot. Incapaz de sentir nada. Desesperado por sentir algo. O como Kay Challis, más conocida como Crazy Jane, diagnosticada de personalidad múltiple. 64 personalidades, cada una con su propia habilidad metahumana. O como Rebis. Tres personalidades en una: hombre, mujer y ser negativo. Una mente fragmentada, una empresa casi imposible descubrir quién es realmente y aceptarse. “Incluso yo… nosotros… tenemos dificultades para entender todos los cambios que están sucediendo.” O como Joshua Clay, reticente a aceptar sus poderes. O como Dorothy Spinner que si no tenía suficiente con enfrentarse a su adolescencia, debe hacerlo con innumerables complejos que la llevan a materializar todo tipo de abominaciones. Y estos son solo los buenos. En contraposición a La Patrulla Condenada encontramos a La Hermandad de Dadá. Un grupo formado por un puñado de chiflados que gracias a su jefe, el Sr. Nadie (un tipo con grandes dotes de teatralidad, un gran sentido del humor y pinta de haber sido creado por un pintor cubista con tendencia a darle a la botella) pretenden liarla muy gorda consiguiendo que lo absurdo y lo ridículo sea norma. Para ello se ayudarán del arte, el arte maldito. Un cuadro capaz de tragarse la realidad. ¡Ñam, ñam! ¡Qué aproveche! ¿Cómo? Lo que habéis leído. Y entonces el mundo será hermoso y un despiporre. “¡Pintar caras en el trasero desnudo de Superman! ¡Usar a Batman como cenicero!”
Películas checas surrealistas, libros sobre matemáticas abstractas y autobiografías sobre víctimas de personalidad múltiple fue el material que inspiró a Grant Morrison para crear los guiones de La Patrulla Condenada. No es de extrañar pues que el dibujante regular de la serie, Richard Case, se viera inmerso por esa atmósfera onírica, tenebrosa y a veces incluso inquietante para llevar a cabo su trabajo. En determinados momentos el dibujo alcanza cotas espeluznantes (la mayoría de veces con Crazy Jane como protagonista) y la narración vira de lo extraño a lo grotesco y terrorífico. Un estilo que, por desgracia, se perdería completamente en La Patrulla Condenada de Gerard Way, aunque, dicho sea de paso, si de metaficción, cosas extrañas y mindfuckings hablamos, claramente sale ganador este último.
Con La Patrulla Condenada: Desde las cenizas ECC inaugura por todo lo alto la Biblioteca Grant Morrison. A través del singular universo que creó podemos introducirnos en la mente de un gran cuentacuentos, uno de los grandes guionistas de cómics de nuestros tiempos; un universo donde locura y superpoderes se complementan y donde la frontera entre realidad y ficción es simplemente una ilusión.