Mona Lisa acelerada

Reseña del libro “Mona Lisa acelerada”, de William Gibson

mona lisa acelerada

Tras finalizar Mona Lisa acelerada, última entrega de la trilogía de El Ensanche (Sprawl trilogy en su versión original), ya puedo afirmar que la obra de William Gibson goza de una complejidad narrativa donde la tecno jerga más elaborada, lo místico y lo extraño se dan la mano para componer una trama que puede llegar a ser confusa. El argumento enrevesado, desordenado incluso, se debe a esa necesidad de ir mostrando muy poco a poco las piezas de un puzle para que el thriller de ciencia ficción funcione.

En Mona Lisa acelerada William Gibson nos transporta catorce años en el tiempo desde lo acaecido en Neuromante. Varias tramas se originan, casi sin previa introducción, y solo nos cabe preguntarnos, en qué momento y cómo todos los personajes cruzarán sus caminos. Para empezar tenemos a Kumiko, una adolescente que perdió a su madre y que culpa de ello a su padre. Kumiko vive en una vigilancia constante debido al trabajo de su padre: jefazo de la Yakuza. La única compañía de Kumiko es una inteligencia artificial de bolsillo llamada Colin y que tiene la pinta de un muchacho de la campiña inglesa del siglo XIX. El autor utiliza la historia de Kumiko como excusa para indagar en las operaciones, confabulaciones, las alianzas, así como las traiciones, que devienen entre las mafias. Porque en el mundo ideado por William Gibson una parte está dominada por las grandes corporaciones y otra por las mafias.

Pero ese mundo de luces de neón, de rascacielos inmensos, de ciudades abarrotadas y de vehículos que se deslizan a dos palmos sobre el suelo también tiene su parte rural o campestre, y, teniendo en cuenta la visión poco optimista y oscura de una Tierra donde los humanos han esquilmado los recursos naturales, es justo como lo habíamos imaginado. En Retiro del Perro, un lugar abandonado de la mano de Dios, casi apocalíptico, contaminado a más no poder y probablemente hasta radiactivo debido a la última guerra, viven los que podríamos definir como techno rednecks: Henry el Habilidoso, el Pajarito y Gentry. El Habilidoso recibe la visita de un viejo conocido que le pide un favor: deberá cuidar de un tipo que se halla en coma constantemente conectado a la Matriz. Aquí es donde entra en escena un personaje esencial que proviene directamente desde Conde Cero (la segunda novela de la trilogía). Algunas respuestas que se plantearon al final de Neuromante empezarán a tener sus respuestas. Tampoco esperéis muchas. Todas ellas camufladas entre el aluvión de adjetivos que William Gibson utiliza para describir, rozando la obsesión enfermiza, ese cosmos que incluye lo real y lo virtual. Con ello consigue que el lector que entre al trapo se abra ante él un lugar inmenso y único, aunque, probablemente, más de uno tire la toalla y se canse de una historia que parece que a cada paso se enmaraña todavía más. Que El Habilidoso fuera tratado en la cárcel de forma inhumana con un método que hace que en los momentos de estrés pierda la memoria a corto plazo tampoco ayuda mucho. El escenario de Retiro del Perro servirá también, llegado el clímax, para disfrutar de la cuota de acción obligada: disparos, explosiones y robots asesinos amenizarán y darán un poco de respiro a nuestras pobres cabecitas que van en busca de respuestas.

A Angie Mitchell ya la teníamos vista de Conde Cero. Su padre era el diseñador jefe de Biolaboratorios Maas y buscaba desertar de su empresa porque había descubierto algo que podría ponerlo en peligro. Ese algo resultó ser una opción para conectarse a la Matriz prescindiendo de cualquier aparato. Angie Mitchell ahora, y gracias a una elipsis narrativa, es una estrella de los estim (películas de realidad virtual en las que el espectador vive y siente lo mismo que el actor). Y además es una adicta a la drogas. De hecho las toma para evitar las visiones de todos esos dioses vudú que la acechan. Lo místico y lo tecnológico se unen para crear una novela cyberpunk tan extraña como única. Angie tiene algo que todo el mundo quiere. Y aquí es donde entra en escena Mona, una prostituta con cierto parecido a la estrella de cine que jugará un papel esencial en una trama de secuestro y suplantación de identidad. Desgranar la historia de los personajes, el pasado y el porvenir que buscan, intentar solventar un thriller con mafias, secuestros y drogas e intentar dar respuestas se muestra como una tarea titánica en una novela en la que, de nuevo, la excéntrica familia Tessier-Ashpool es el centro de toda la trama.

En Mona Lisa acelerada es probable que el que busque un clímax apocalíptico se sienta algo decepcionado, pero William Gibson ya dejó ciertas pistas al final de Neuromante de hacia qué derroteros se encaminaría la historia. Al final, Gibson aporta las respuestas que él cree conveniente para que el lector vaya avanzando, atando cabos (o al menos los que no quedan sueltos), pero también deja incógnitas, y son bastantes. Preguntas sin respuesta, o, al menos, una racional. Es como si el autor nos dijera que algunos asuntos sobrepasan la capacidad de entendimiento del humano, incluso teniendo las respuestas.

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