Neuromante

Reseña del libro “Neuromante”, de William Gibson

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Poco se podía imaginar William Gibson que con su novela Neuromante estaría marcando las pautas del subgénero de ciencia ficción denominado como cyberpunk. Si bien es cierto que antes otros escritores ya habían escrito relatos de similar índole, fue Gibson el que marcó el carácter que caracteriza a este tipo de novela distópica. Podríamos considerar al autor incluso de visionario, de la misma forma que lo fue Jules Verne. Y es que, mientras el autor de La Tierra a la Luna fue capaz de prever los viajes en cohete, Gibson imaginó internet cuando era poco menos que una idea seminal. La forma de concebir ese mundo, de llegar al lector con potentes fogonazos de descripciones llenos de términos tecnológicos, hizo que incluso las hermanas Wachowski tomarán algunas ideas para crear su trilogía de Matrix. Y aun sabiendo todo esto, Neuromante era un libro que se me resistía. Por ninguna razón aparente. Estaba en la estantería de un amigo, me lo ofreció y lo rechacé; estaba en la biblioteca y cuando ya iba a cogerlo decidí cambiar de opinión; me ponía ojitos desde las librerías y siempre era otro libro el elegido… Decidí que había llegado la hora cuando vi la nueva edición de Minotauro para su colección de Minotauro Esenciales. Nueva portada y flamante traducción de David Tejera Expósito. Así que Neuromante ha llegado a mí de la misma forma que llega un mago: ni tarde, ni pronto.

En Neuromante el futuro es distante, en un marco de tiempo indefinido, repleto de desigualdades y de mega corporaciones que conforman o derrocan gobiernos. Así es el mundo en Neuromante. Como unos dedos tecleando a gran velocidad, Gibson da detalles milimétricos, mediante terminología y descripciones, muy vívidos de ese lugar donde la población se hacina en megalópolis ultratecnológicas, donde los humanos se hacen implantes de todo tipo para mejorar (implantes en la mayoría de ocasiones de baja calidad o conseguidos en el mercado negro) y donde las drogas, las bandas, los traficantes, los camellos y las putas son parte de un paisaje decrépito que refulge gracias al neón y a los hologramas. En este mundo se mueve Case. En la ciudad de Chiba ubicada en Japón conocemos a Case. Vaquero del ciberespacio. Si esto fuera un western él sería el forajido encargado de abrir la caja fuerte. Un hacker, un cracker para ser más exactos. Pero ahora está acabado, o cerca de estarlo. Traicionó a quien no debía y como castigo recibió una toxina que le imposibilita para hacer su trabajo. Ahora pasa las horas suicidándose lentamente a base de drogas de diseño. Y entonces, tras toda la jerga y el paisaje, después de ubicarnos y flipar con el decorado y la atmósfera creada por el autor, aparece Molly. Tiene una cura y un trabajito.

Lo que debéis saber de Neuromante es que no solo es una novela de ciencia ficción del subgénero cyberpunk, es además una novela negra del subgénero de atracos. Ese género que en el cine hemos podido disfrutar con Ocean’s Eleven, Origen y The Italian Job. Así que Molly no es solo la intermediaria del reclutador, es también parte de la banda: la tipa dura, la que entra en los sitios físicos para que el cibervaquero pueda acceder a la seguridad de empresas, corporaciones o gobiernos a través de su Hosaka ono-sendai. Y antes de que podamos conocer a Armitage (el que parece ser el jefazo del equipo) William Gibson nos dejará echar un vistazo a eso que hay más allá de las consolas: la matriz. La información representada de forma abstracta en el ciberespacio. Internet made by William Gibson. Una conformación de datos informáticos en un entorno virtual de formas geométricas que son un remedo de lugares físicos. El autor hace un esfuerzo sobrehumano para que veamos con total nitidez ese mundo al que Case accede. Y a pesar de que seas de esa generación que vive enchufada a internet mediante un smartphone, Gibson logra su objetivo. Consigue incluso que algunos de sus anacronismos (las cabinas telefónicas, por ejemplo) encajen, no sin cierto grado de nostalgia, en ese mundo de marcadas desigualdades.

Cuando describes a tus personajes como unos marginados sociales, siempre al límite de la ley y coqueteando de lo lindo con las drogas, quizá no te interesa que el lector se identifique con ellos del todo, o por lo menos en ese aspecto. Es probable que por esto Gibson escogiera una narración en tercera persona en la que solo seremos conocedores de los actos y pensamientos del antihéroe Case. Así que para poder llegar a otros personajes, en especial al de Molly, tenemos el simestim. Tecnología punta. Una forma de comunicación unidireccional en el que una persona se mete en el cuerpo de la otra. Así que preparaos para esos tramos de la novela en la que Case ve a través de Molly, para seguidamente saltar a la matriz y finalmente volver a su realidad. Relajaos, leed con tranquilidad. Una vez os acostumbréis el embrollo inicial desaparecerá para dejaros una inercia natural para saltar entre realidades. Y mientras tanto continuará el reclutamiento de nuevos activos que les ayudarán en su robo (demencial la primera vez que conocemos a Riviera), las misiones intermedias para que la trama avance (el atraco a Senso/Red es un aperitivo delicioso de lo que nos espera) así como la investigación paralela que llevan Case y Molly para descubrir qué es lo que realmente se trae entre manos Armitage.

En resumidas cuentas, Neuromante resulta una novela de ciencia ficción con alma noir que es puro entretenimiento, pero que además deja mensajes subliminales más profundos, píldoras de ficción que hablan del inevitable avance de la tecnología, el debate moral que plantea la clonación, el miedo a un mundo regido por multinacionales o el transhumanismo como forma de vida y adicción.

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