Moscas, de Hans Olav Lahlum

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El misterio del cuarto amarillo, El misterioso caso de Styles, Los crímenes de la calle Morgue, o incluso cómic de Tintín El cetro de Ottokar, por citar solo unos pocos títulos de entre los cientos de ellos que podrían enumerarse, son ejemplos de una variante específica dentro del género policiaco: el del misterio del cuarto cerrado. Un misterio, normalmente un asesinato, pero también puede darse el robo o una desaparición, en el que se añade la dificultad de que el crimen ocurre en una habitación en la que es, aparentemente, imposible que suceda y salir sin ser pillado con las manos en la masa. Ahí está el encanto de este subgénero: en descubrir antes que el inspector, detective o a quien el autor asigne la tarea, quién, y sobre todo cómo, se mató (se robó, o se cometió el delito que sea) y cómo el perpetrador se evaporó en el aire.

De eso va Moscas, y no de nada relacionado con CSI –el CSI bueno, el de Las Vegas–, que es lo primero que se me vino a la cabeza (Grissom, aficionado a la entomología, podía establecer la hora de la muerte de alguien con una técnica suya basada en las larvas de mosca, o algo así, no sé, hace mucho ya de eso), ni con que las moscas sean una pista para algo, no.

Como ya he dicho antes, son infinitos los títulos que podemos encontrar de este subgénero, y aún así, cuando se presenta ante ti la oportunidad de afrontar otro de estos misterios es muy difícil resistirse a él, querer saber cómo se las ha ingeniado el malvado, saber si le atraparán…

Este misterio en particular ocurre en Oslo en 1968. Se oye un disparo en un piso, y los vecinos van como moscas a la mierda (pero no, el título no va de eso tampoco, no son esas moscas) a la puerta de donde parece haberse producido el estruendo. Cuando llega la poli encuentran el cadáver del inquilino, un ministro y héroe de la Resistencia noruega contra los nazis. No hay arma, no hay nadie más, y la puerta estaba cerrada, al igual que las ventanas. ¿Capachao? ¿Cómo ha sido esto?

De resolver el rompecabezas se encargará un joven inspector. Será su primer caso y recibirá la inesperada, pero visto lo visto, más que útil y necesaria, ayuda de una chica millonaria de dieciocho años que va en silla de ruedas y se aburre de estar todo el día encerrada en casa. La tía es un cerebrito inteligente y lista como Sherlock Holmes, Hércules Poirot y Miss Marple juntos, y se ha empollado mogollón de libros policiacos de los mencionados y de otros muchos más.

Pues bien, lo cierto es que de no ser por esta chica, el policía no habría dado más que pasos en falso. La que dirige todo el cotarro, aunque sea en la sombra –y esto por voluntad propia– es ella. Ella le indica qué preguntas hacer, a quién visitar, dónde buscar pistas… A veces se pasa un poco haciéndole parecer tonto o burlándose de él, pero, ¡joder!, también en ocasiones se lo merece.

He perdido la cuenta de las veces que se va al edificio a interrogar a los vecinos del hombre asesinado y de las veces que estos modifican sus declaraciones. Parece que todo el mundo en esa comunidad tiene algo que ocultar y por lo que mentir y la investigación se ve obligada a abarcar muchos años atrás para poder sacar algo en claro y poder avanzar. Conexiones casuales de los vecinos con el finado, un vecino nazi declarado, una atractiva y sensual judía, un amable inválido que también va en silla de ruedas, un matrimonio joven y feliz, un diplomático estadounidense con pocas ganas de colaborar, la portera… y una historia que se va complicando poco a poco y ahí donde parecía que el caso era una cosa resulta ser otra y cuando el joven poli se las prometía felices y daba por finiquitado todo el asunto pues va la cerebrito y le dice que nanay, que aún quedan páginas en el libro y que la solución nunca es tan fácil y que si no quería taza pues ahora taza y media. ¡Pardillo, que eres un pardillo!

Moscas es un buen libro en su género. Una lectura entretenida con un ritmo correcto, narrada en primera persona, con un vocabulario sencillo, personajes creíbles y sobre todo una trama bien desarrollada y fácil de seguir que te da lo que promete: un buen misterio con el que rompernos un poco la cabeza.

Parece ser que este es el primer título de una serie de ocho. Espero, por el bien del joven protagonista, que en los siguientes le ayude Patricia, la muchacha de la silla de ruedas, no solo porque es mucho más lista y sin ella está casi vendido, sino porque la interacción entre ambos es perfecta.

Recomendado.

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