Planeta silencioso: Las consecuencias de un mundo sin insectos

Reseña del libro “Planeta silencioso: Las consecuencias de un mundo sin insectos”, de Dave Goulson

Planeta silencioso

Hay silencios que te ponen los pelos de punta. Este debería ser uno de ellos. Si no es así es porque no entendemos lo que está ocurriendo en realidad y todo lo que implica, pero para eso está Planeta silencioso de Crítica. El biólogo Dave Goulson explica de forma clara y ordenada por qué la pérdida de biodiversidad de los insectos podría transformar el mundo. Las evidencias te ponen un nudo en la garganta.

Soy la primera que en verano se atrinchera tras una malla mosquitera, zapatilla en mano, atenta para atacar a la menor señal del enemigo. Busca mi sangre, así que yo quiero la suya. La guerra es la guerra. Nunca va a ser justa. Eso no significa que su vida valga menos, es solo que no me gustan los mosquitos y, quién sabe, puede que solo los quiera su madre. Por eso la invoco al rascarme las picaduras. Sin embargo, hay algo que me inquieta; y no solo a mí, mucha gente se ha dado cuenta de ello. No recuerdo un verano de la infancia en el que no se llenase el parabrisas de insectos —‘clac’ «¡Ese ha sido gordo!»— y ahora que alguno reviente contra el cristal se ha convertido en la excepción. No sólo parece haber menos, sino menor variedad. Pero esto son observaciones particulares, Planeta silencioso aporta una evidencia científica contrastada y de tipo internacional que lo confirma. ¿Pero por qué? ¿Qué está pasando? ¿Debería preocuparnos? Total, con salvar a las abejas, las favoritas, porque dan miel y nos resultan útiles, ya estaría, ¿no? Pues no. 

El ensayo comienza de la mejor manera, explicando hasta qué punto los insectos son importantes para que tomemos conciencia. El que apareciesen hace casi quinientos millones de años antes que nosotros y hayan evolucionado junto con las plantas nos da una pista muy gorda. Dave Goulson es sinónimo de transparencia a la hora de abordar el tema, deja claro lo que se sabe y lo que no, porque se ha divulgado mucho mito, con lo que ayuda a centrarse. Además, aunque él sea un experto en el tema, nos muestra sus límites de comprensión, lo que genera confianza en el lector. No es un autor de tipo catastrofista, sino realista. Algo que no evita que parezca una obra de terror como ya se sintió en 1962 con el clásico Primavera silenciosa al que hace referencia.

Planeta silencioso es un muy digno sucesor de aquel ensayo en el que Rachel Carson advertía del impacto ambiental de los pesticidas. Una versión actualizada que presenta otras diferencias, porque el de Carson hacía mucho hincapié en las aves. Dave Goulson también se implica con el problema de los pesticidas porque tiene mucho peso, pero no lo trata como argumento principal, ya que la respuesta a las preguntas sobre el declive es multifactorial. Las mismas plantas y el estado del agua son también relevantes. Del mismo modo, es inevitable que pase los datos por el filtro del cambio climático de cara a hacer previsiones. 

La organización del volumen por partes y estas a su vez por capítulos, con nombres descriptivos bien definidos, lo convierte en un libro de consulta ideal. No se anda con rodeos metafóricos, quien quiera recuperar una información concreta, podrá localizarla con bastante agilidad. Además, deja un premio al final de cada capítulo: una breve descripción de un insecto no tan habitual, con características bastante curiosas, que ayuda a ampliar nuestro conocimiento más allá de las moscas y los mosquitos. Supongo que para que algo guste, primero tienes que saber que existe.

No es la primera vez que leo a Dave Goulson. Mientras que en Una historia con aguijón te enseñaba a amar a los abejorros —o al menos valorar su presencia y respetarlos— y se permitía divagar hacia lo personal, en Planeta silencioso no evita mostrar su preocupación adoptando un enfoque más serio y objetivo. No es para menos, el capítulo que se centra en el suelo y en la huida de los pesticidas del lugar donde se supone que deben actuar me parece de lo más alarmante. Aunque no dan menos miedo las hipótesis sobre el futuro. Llevo unos días que he dejado de mirar igual los campos, el bosque y hasta mi comida. Porque, como dirían los niños, todo lo que «botas, rebota y en tu cara explota». Creo que si la gente conociese que no solo los insecticidas matan insectos, que también puede hacerlo su maravilloso huerto de petunias espolvoreadas y hasta su perro, muchos actuaríamos de otra manera. A veces el desconocimiento puede traicionar nuestros principios morales. Para evitar que pase, los capítulos ayudan a abrir los ojos de manera progresiva hasta llegar a las consecuencias.

Algo que tiene este libro, de lo que muchos otros carecen, es que Dave Goulson no se limita a soltar la bomba y a salir corriendo; se preocupa por analizar y enumerar las cosas que se pueden hacer para mejorar la situación. Algo así como una carta a los Reyes Magos en la que nosotros, a título individual, jugamos un papel fundamental. Con esta lista de esperables no solo nos ahorra deberes, sino que él mismo, mediante la divulgación orientada a crear conciencia, ya ha comenzado a trabajar. Cuando tú vas, él vuelve, ¡no pierde el tiempo! Como detalle adicional, tirando a cómico, me ha parecido muy hábil la forma con la que se enfrenta a la irritante pregunta de «¿y este animal para qué sirve?». La habré oído mil veces taladrándome los tímpanos y puedo concluir feliz que ahora tengo más herramientas para afrontarla.

Si alguien pone en duda nuestro efecto sobre el planeta, no hay más que mostrarle este libro para aclararle las ideas. Aunque, siendo sincera, esto no hará que abandone el método de la zapatilla para poder dormir bien por las noches. Creo que decorar la pared con manchurrones es el menor de los problemas, sobre todo porque los mosquitos —portadores de enfermedades— serían de los pocos afortunados en salir airosos de este juego sucio en el que se ha convertido la naturaleza… y nosotros formamos parte de la naturaleza aunque nos empeñemos como adolescentes rebeldes en negar lo evidente.

Cuando Rachel Carson revolucionó el movimiento ecologista, lo hizo descubriendo la punta del iceberg, y no solo se demostró que tenía razón, sino que todo ha ido a peor. Con este precedente, me pregunto: ¿se repetirá la historia con Planeta silencioso? No soy vidente, pero tendemos a tropezar una y otra vez con la misma piedra y a reaccionar solo cuando nos llega el agua al cuello o han tocado «nuestras cosas», así que hay muchas probabilidades de que sí. Es muy triste. Triste y terrorífico.

Quisiera unirme al boca a boca y animar a quien se lea el libro a que trate de aplicar, en la medida de lo posible, los consejos de ese apartado final tan valioso. Porque si actuamos como siempre, in extremis, nos arriesgaremos a perder una a una nuestra fuente de alimento. Y no se muerde la mano que te da de comer. Sería terrible despertarse un día y escuchar ese silencio. Entonces sí que se nos pondría el pelo de punta, porque ya no habría nada que podamos hacer.

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