Stalker

Stalker – Pícnic extraterrestre, de Arkadi y Borís Strugatski

Pícnic extraterrestrePor fin ha ocurrido. Los extraterrestres han llegado, han estado entre nosotros un breve lapso de tiempo… y se han largado sin mirar atrás como harían unos excursionistas después de un pícnic. Eso sí, nos han dejado como recuerdo sus seis Zonas de acampada, ubicadas en distintas partes de la Tierra, que contienen objetos valiosos, objetos nocivos y objetos cuya utilidad nos es desconocida. La idea que soporta la narración en Stalker, de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski, es tan simple como efectiva: los extraterrestres no conquistan ni son conquistados o vencidos, y en todo caso su presencia en la Tierra es anterior a los hechos descritos en la novela. No hay que perseguirlos ni nos persiguen, no se busca su origen ni su finalidad. Simplemente hay que ver qué hacemos con su basura.
La acción de Stalker se desarrolla en Harmont, un pueblo norteamericano cerca de una de las Zonas que, como el resto, está controlada por el gobierno y cerrada a cal y canto. El protagonista principal, Redrick, “Red” Schuhart, es un “stalker”, uno de los contrabandistas que se dedican a penetrar furtivamente en las Zonas para extraer de ellas objetos que revender en el mercado negro. Son auténticos especialistas, y los que sobreviven cierto tiempo son solamente los mejores, porque la Zona reserva para quien la visita sorpresas que pueden hacer que no se regrese con vida a la parte segura de Harmont. Sin embargo, Schuhart y los otros continúan internándose a lo largo de años porque no es solamente el ansia de obtener alguno de los objetos más valiosos lo que lleva a los stalkers a sus incursiones, es también la necesidad de enfrentarse a lo desconocido, para ellos su única forma de vida.

La obra está dividida en cuatro secciones, que corresponden con cuatro momentos diferentes en el tiempo, porque no sigue un orden cronológico estricto. Esta es una de las particularidades que hacen de Stalker una obra diferente. La ruptura de la cronología es acorde con el tono general del texto, que evoca y sugiere más que afirmar, y que en todo momento se muestra al lector como plagado de agujeros, de piezas faltantes que es necesario rellenar o encontrar con imaginación. En cuanto a sus temas capitales, en Stalker se habla, mucho y bien, de la codicia, del rencor y de los más bajos instintos del homo sapiens. Pero sobre todo se trata de los límites del conocimiento y de la percepción, de nuestras imperfecciones como seres humanos y del largo camino que le queda a nuestra ciencia por delante para llegar al umbral de las últimas respuestas.
Stalker es el título que trae en la portada esta edición, aunque el libro también es conocido como “Pícnic extraterrestre” (subtítulo aquí) o “Pícnic junto al camino”, que es la traducción más parecida a la que tienen idiomas cercanos como el francés o el italiano. En todo caso, de la novela original extrajo Andréi Tarkovski las líneas maestras de su propio Stalker, considerada una de sus obras maestras y que contaba en el guión con los propios hermanos Strugatski. Tarkovski cambia situaciones y añade diálogos que en la novela no existen, pero se mantiene fiel al espíritu del libro. Además, el entorno de la obra sirve de marco general para el videojuego S.T.A.L.K.E.R. No queda ahí la cosa: stalkers es también el sobrenombre que se da a aquellos que se internan en el área de exclusión, también conocida como “la Zona”, creada alrededor de la central nuclear de Chernóbil después de la catástrofe de su central nuclear.
Volviendo al libro, la edición que trae Gigamesh tiene varios añadidos que la convierten en un objeto que merece (aún más) la pena. La presentación de Ursula K. Le Guin comienza recordando que este Stalker fue publicado en días en los que el mundo se dividía en dos bandos antagónicos y excluyentes, lo que explica en cierta manera por qué para el lector español, más alineado (o alienado, escojan ustedes) con la narrativa estadounidense, este “Picnic extraterrestre” no resuena en los oídos como una de las obras maestras del género. El grueso de la presentación de Le Guin, no obstante, resume en varios párrafos la obra así que conviene dejarlo para después de haberlo leído. Siguiendo con la edición, incluye también un posfacio de Boris Strugatski que explica la deriva editorial de este y otros de sus libros. Personalmente he disfrutado bastante con la descripción del periplo que recorre el texto antes de superar la censura soviética de los setenta y hasta ser publicada.
Y para finalizar con los “bonus” hay que tener en cuenta además que la obra está traducida de nuevo del original en ruso, sin censuras, y que la cubierta de Alejandro Terán está realizada ex profeso e inspirada en una imagen del propio libro, algo muy de agradecer en estos tiempos en los que se reciclan para las portadas imágenes comunes que poco o nada tienen que ver con las obras.
Teniendo en cuenta que la más reciente de las anteriores ediciones fue publicada hace casi una década y media y que todas están fuera de circulación, si fuera ustedes no tardaría mucho en hacerme con una copia del libro. Aunque de todos modos esperemos que no haya que esperar otros tres lustros para ver reeditada esta obra maestra.

Deja un comentario