Todos nuestros presentes equivocados, de Elan Mastai

Todos nuestros presentes equivocadosSeguro que alguna vez ha rondado por tu cabeza la idea de que escribir sirve para ordenar, organizar e incluso entender o comprender mejor. Pero yo a veces me pregunto: ordenar, organizar, entender, comprender, ¿qué? En Todos nuestros presentes equivocados, Tom Barren, protagonista y narrador, escribe para intentar comprender su pasado, o sus pasados. Ya lo entenderás. Escribe para intentar comprenderse, para poner sobre la mesa todas las cartas que llevan dibujada su cara, su apellido y su historia. Dice la faja del libro que estamos delante de «una novela como nunca has leído ninguna». También dice que ya está en traducción en 24 países. Y yo digo: es verdad y es normal.

Todos nuestros presentes equivocados, publicado recientemente por Alfaguara y traducido por Mariano Peyrou, es la narración de muchas de las capas que tiene una vida. Me explico: todo empieza con un telón de fondo futurista pero fechado en 2016 con ciudades idénticas a lo que nosotros imaginaríamos si nos dijeran que pensásemos en una ciudad futurista. El mundo ha cambiado por un hecho ocurrido en 1965. Los habitantes del 2016 tienen la oportunidad de viajar a ese momento por primera vez y conocer en vivo al personaje más importante de la historia, el impulsor del cambio: Lionel Goettreider. Tom Barren, por casualidades de la vida que el libro nos enseña que no lo son tanto, acaba siendo el primero en viajar a ese instante. A partir de ahí cambiará todo. Creo que incluso tú.

Imagina que vuelves al pasado, que cualquier cosa que hagas puede cambiar tu presente y que no eres especialmente hábil en la vida. La lías y todo se trastoca. Y entonces, ya no eres Tom Barren y nada es igual. Pero tú sigues pensándote de la misma forma. Eres tú en la mente y el cuerpo de otro, que se parece mucho a ti. Y no sabes si volverás a tener la oportunidad de recuperar tu primer presente o si tendrás que quedarte en ese nuevo segundo presente. ¿Y si hay tres? ¿Y si hay más?

Elan Mastai consigue plantear preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez y que siempre son los buenos libros los que las recuperan. ¿Quién soy? ¿Qué es lo que veo? ¿Qué es todo? Preguntas sin respuesta que se alimentan de no tenerla. Tom Barren, con conciencia de autor, escribe lo que para él son unas memorias, las suyas, con el fin de comprender qué ha pasado, quiénes y cuántos han pasado por su mente, quién ha logrado quedarse a vivir en ella, quién se ha marchado, quién sigue con él, quién es él. Con gran cantidad de juegos narrador – autor y un profundo dominio del manejo oscilante entre lo técnico y lo coloquial, Mastai consigue hilvanar, con capítulos cortísimos cargados de cliffhangers, algo que dará mucho que hablar. Y más sabiendo que habrá película de ello.

Me gustan los libros que te hacen pensar y más todavía aquellos que te sacan del sitio, que te suben o te bajan y te hacen mirar las cosas desde la distancia, que es donde todo se ve mejor. Me gusta que un libro me despeine, que me cargue la cabeza, que me diga que todavía hay cosas nuevas, mundos por explorar, caminos por recorrer, historias por contar. Me gusta que haya libros que me enganchen y sobre todo me gusta que haya libros que se atrevan a decirme que estoy equivocado. Como este, que se levanta a tu altura, te mira a los ojos y te dice que no estés tan relajado en el presente que vives, que quizás hay otro como tú buscándote, que quizás, dentro, a oscuras, hay otros como tú esperándote. Eso sí, aunque los libros ayuden al empujón, solo tú serás quien decida si encender la luz. Yo la he encendido, y de momento no la quiero apagar. Esto marea pero mola. Elan Mastai mola. Mucho.

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