Washington Square

Washington Square, de Henry James

Washington Square

A Henry James hay que leerlo. Y lo dice alguien que solo ha leído dos de sus novelas, la magistral Otra vuelta de tuerca, también reseñada, y esta que nos traemos hoy entre manos, Washington Square. Dos son pocas, pero a veces son suficientes. Y hay tiempo. Siempre hay tiempo para seguir descubriendo autores que merecen la pena. Porque si algo tiene James es que es de esos escritores de los que uno siempre aprende. Perspectivas, personajes, diálogos, descripciones… Toda una clase de cómo escribir. Pero también de cómo leer.

Y en eso estaba cuando empecé esta pequeña maravilla que es Washington Square. Poseída tal vez porque fuera este el titulo ideal para una loca, como lo soy yo, de Nueva York en cualquiera de sus siglos, o en el XIX, según el caso. Así las cosas, a Henry James y a este perfecto entorno, se le suma ahora además, en esta nueva edición, las ilustraciones de Jonny Ruzzo. Porque el arte siempre llama a más arte y, sin ser una entendida en la materia, lo cierto es que los brillantes y acertados dibujos del norteamericano van del detalle a lo general en perfecta sintonía con el texto. Y lo que queda es un libro para tener. Y si no, a la portada del libro me remito. 

Washinton Square, la novela que no el lugar, cuenta la historia de Catherine, una joven poco atractiva hija de un viudo y adinerado doctor, Austin Sloper, y su relación con el apuesto Morris Towsend, cuyo interés creciente por contraer matrimonio con ella, parece responder más a su fortuna que a los encantos de su “amada”. Sin embargo, los jóvenes a pesar contar con la aprobación y el apoyo más que evidente de la entrometida tía Lavinia Penniman, que no hará más que animarles en su cometido, tendrán que enfrentarse a la oposición inflexible del doctor Sloper, por el que su hija siente una auténtica devoción.

Con pequeñas pinceladas el autor, que no el artista, dibuja esta Nueva York del XIX y caracteriza con maestría a cada uno de sus personajes, especialmente al doctor y a la hija, trazando la evolución de la personalidad y carácter de esta última a través de los años y de sus páginas, de una manera natural. Catherine es, en palabras del narrador, la heroína, y lo que se desprende del relato es una joven dulce, educada e inocente, por la que su padre, especialmente habilidoso a la hora de analizar a las personas, erra una y otra vez, subestimándola en exceso.

Para ello Henry James, con asombrosa sencillez, se vale de breves descripciones inundadas de diálogos ingeniosos y agudos que se mantienen siempre en encuentros tensos y disentidos, donde los personajes a veces tendrán que contenerse y jugar al hermoso juego de la manipulación. Si es que les sale. Así, entre un constante tira y afloja, en cuyo centro, su autor sitúa a Catherine, esta tendrá que elegir, en esencia, entre un padre distante, inteligente y déspota y un amante mentiroso, interesado y egoísta. Sin saber si al final no serán otros los que acaben eligiendo por ella.

Una hermosa lectura, breve como eso que dicen de los frascos pequeños, amena y deliciosa, que pasa de puntillas, elegantemente, por la tragedia latente que se respira, y luce por el ingenio de James a la hora de dar palabra a sus protagonistas. Ya lo dije, un libro para leer, pero también para tener, gracias a esta maravillosa edición, de la que Ruzzo es sin duda responsable directo, volviéndolo, si cabe, más atractivo.

1 comentario en «Washington Square»

  1. Escrita por entregas en Londres entre 1879 y 1890 Washington Square es considerada por muchos críticos como la primera gran obra de Henry James. Había nacido en Nueva York en 1843, donde vivió su infancia y juventud sirviéndole su casa natal al oeste de Washington Square como referencia para esta novela. Adaptada posteriormente al cine, como otras doce de sus obras, lo hizo bajo el título de” La Heredera” resaltándose así una importante vertiente de toda su creación literaria: el acusado protagonismo de la mujer en ella. Inspirada en las confidencias que le hizo una actriz y escritora, ya en su vejez, acerca de su vida, narra con notable profundidad psicológica el recorrido vital de una joven atrapada entre el temor y el respeto paternos y las proposiciones de su pretendiente.
    Varios mimbres hemos encontrado en nuestro autor para el desarrollo de Washington Square. De una parte el carácter influyente de su padre, del que heredó su nombre, que fué un hombre cuya gran inteligencia, patente en su acusada ironía, vemos reflejada en la figura del doctor Sloper, padre de la protagonista de la novela, así como también se vislumbra en el humor recurrente del que hace gala Henry James en sus numerosas alusiones irónicas. Por otra parte su hermano mayor William James, que influyó notablemente en él, fue un afamado psicólogo y filósofo norteamericano, fundador de la posicología funcional, que vemos igualmente reflejado en el mencionado doctor, quien aplica su quehacer cuasi psiquiátrico y su conocimiento del método filosófico de la inducción, para alcanzar sus objetivos a lo largo de toda la novela.” Si las obras psicológicas de William James están escritas como novelas las novelas de Henry James parecen tratados psicológicos” apunta Elisabeth Roudinesco, última biógrafa de Freud, a quien por cierto admiraba el hermano del novelista. Otra peculiaridad de Henry James nos la expresa él mismo cuando reconoce que a pesar de su poco éxito como dramaturgo, este apartado de su producción literaria, benefició a sus novelas al facilitarle dramatizar las emociones de sus personajes. Todo ello en el contexto de una clase social acomodada, donde el autor se educó y cuyo trato le hizo conocedor de este mundo tal y como refleja en su novela.
    El centro de Washington Square lo constituye la alienación que padece ” una digna representante del complaciente sexo femenino” que vive bajo el temor obediente del padre y al mismo tiempo siente la pasión que le inspira el joven atractivo que la pretende. Y es paradójicamente de la dialéctica entre ambos hombres, auténtico duelo cargado de ardides y artimañas, de donde nacerá en el trascurso de un tiempo atormentado, la conciencia de sí misma en Catherine. En sus monólogos, a través del autoanálisis y en la iluminación de todo lo que había captado latentemente, (el concepto de subliminal del filósofo James) encuentra trabajosamente nuestra protagonista, que asumirá el ser desheredada, su propio método para erigirse y afianzarse como dueña de su propio y solitario destino. Alcanzar la liberación final de los vínculos enajenantes con estos con estos dos hombres tendrá un inexorable precio de soledad y de daño irreparable, pero no será una solución victimista ni a la desesperada, lo que es de agradecer en una heroína de mediados del siglo XIX.

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