Cuentos carnívoros

Cuentos carnívoros, de Bernard Quiriny

Cuentos carnívoros

Un menú de degustación de brevísimos cuentos cargados de fantasía y originalidad.

Cuentos carnívoros: un título así abre de inmediato mi apetito lector.  No me negarán que se trata de un título tan sugerente como inquietante, más aún si la ilustración de la portada es un fragmento de un cuadro tan turbador como el Accidente, de Alfonso Ponce de León.  De modo que, a pesar de no haber oído hablar nunca de este libro y de ni siquiera conocer al autor, el joven escritor belga Bernard Quiriny –al menos para mí eran unos absolutos desconocidos hasta ahora–, todo se conjuraba para que quisiera hincarle el diente a este libro con urgencia.

Las pistas anunciaban un libro provocador y, en cierto sentido, sensual, porque si hablamos de cuentos carnívoros a mí se me viene a la cabeza un festín de literatura, un banquete.  Y desde luego ha sido un banquete, pero de un estilo muy diferente al que esperaba: el chef Quiriny no ha puesto sobre el mantel un contundente y sabroso cebón con la correspondiente manzana en la boca incluida, sino algo más sutil y elaborado: auténtica cocina de autor.  Un menú de esos “largos y estrechos”, con muchos platos, cada uno con una minúscula cantidad de algún manjar de sabor sorprendente y aspecto nunca visto, la cantidad exacta para catar su sabor y, sin tiempo para saturar el paladar, pasar al siguiente plato.

El chef Quiriny, con esta selección de suculentos y extravagantes bocados, juega con el hambre de fantasía del lector/comensal, retándole a un pequeño juego.  A partir del primer cuento ya queda claro que nos podemos encontrar con absolutamente cualquier cosa en el plato así que, en cuanto lee el título de un cuento, el lector ya intenta adivinar a qué sabrá, especulando con sus ingredientes.

Pero pasemos a la mesa.  Para abrir boca, el menú comienza con Sanguina, una arriesgada combinación de sabores realmente inolvidable: el erotismo más refinado y el terror de lo inexplicable dejan en el paladar, cuando se juntan, un regusto imposible de olvidar.

Tras reponernos de la impresión con el suave aroma de El episcopado de Argentina, donde el autor experimenta con distintas “texturas” de una misma persona, pasamos a uno de los platos estrella del menú: Qui habet aures… comienza con una sencilla historia paranormal rematada por un brillante y explosivo final digno del mismísimo O’Henry.

Unos cuantos escritores, todos muertos, un ejercicio de autor con aromas borgianos, nos prepara para Quidproquopolis, un plato exótico, procedente de las selvas amazónicas, cuyo fondo filosófico vuelve a recordar sutilmente a Borges.

Para los que encuentran la belleza donde a los demás se les esconde y para los aficionados a llevar sus pasiones hasta el límite, un contundente plato marinero: el desconcertante Mareas negras.  A continuación, otra combinación audaz; el chef propone que probemos con unas imprevisibles Mezclas amorosas, poniendo en duda la continuidad del tiempo y del espacio y, sobre todo, advirtiéndonos acerca de los peligros que encierran algunos espejos.

Crónicas musicales de Europa y otros lugares y Recuerdos de un asesino a sueldo son dos textos más ambiciosos que aglutinan varios micro-cuentos de temática similar.  Sin embargo, lejos se convertirse en el plato fuerte del menú, su concepción programática les hace palidecer frente a la espontaneidad y la fantasía arrolladoras de los otros relatos.

La degustación recupera rápidamente el tono con El cuaderno, un relato de corte clásico, alejado del género fantástico y con un final tan sorprendente como gamberro.

Para postre podemos degustar una colección de textos breves, aforismos y anécdotas sobre el Extraordinario Pierre Gould, alter ego de Bernard Quiriny y protagonista de algunos de sus cuentos.  Además, una artística y delicada obra de repostería donde el huevo es el protagonista: El pájaro raro, una delicatesen no apta para todos los estómagos.

El menú está regado con una bebida mítica, el zveck, capaz de ocasionar Un borrachera perpetua si no se toma con moderación.  Y, para finalizar la velada, una inquietante infusión preparada con una planta tan vistosa como peligrosa, protagonista del cuento que da título al volumen.

¿Les parece apetitoso el menú?  La intención de Quiriny ha sido, por encima de todo, sorprender a sus comensales y para ello ha dado rienda suelta a una imaginación a ratos brillante, a ratos enfermiza.  Una fantasía alejada de los parámetros, tan comunes y cómodos para nosotros, del realismo mágico y otras literaturas derivadas.  Aquí lo fantástico no se introduce en la realidad con naturalidad, conviviendo en armonía.  No, Bernard Quiriny no cocina sus platos con ingredientes comunes y los manipula para que parezcan producto de la fantasía.  Por el contrario, los platos que van desfilando por nuestra mesa tienen un aspecto bastante normal hasta que atacamos con el cuchillo.  Entonces ¡cuidado! porque puede aparecer cualquier cosa.

Si quieren probar algo distinto, este libro es una buena elección.  Acérquense a él libres de prejuicios e ideas preconcebidas.  No sé si les gustará, pero les garantizo que les sorprenderá.  Así que prepárense para el banquete, que se trata de literatura y no sólo no engorda sino que mientras más se come, más hambre entra.

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

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