Aniquilación

Reseña del libro “Aniquilación”, de Michel Houellebecq

Aniquilación

Hasta la fecha, y aunque también me podría estar equivocando, he leído toda la obra de Michel Houellebecq. No es algo destacable por extraordinario, eso ya lo sé (aunque sí, al menos, si pienso que solo a William Faulkner le había prometido yo una fidelidad similar). Lo descubrí hace la tira de años con Plataforma (que me sigue pareciendo el mejor de todos sus libros) y a partir de ahí han venido los demás, que ya son unos cuantos.

El último, ya lo sabe usted: Aniquilación (que tiene un título del todo definitivo porque, quizás, es también el final de muchas cosas en la literatura del escritor francés. Aunque ya hablaremos luego de eso del final y tal).

Debo confesar que lo que menos me apetecía al ponerme a escribir la reseña era hablarle a usted de por qué sí o por qué no debería leer el nuevo libro de Michel Houellebecq. ¡Por favor! ¿A estas alturas?

Si no me equivoco, la editorial Anagrama comenzó a publicar sus novelas hace más de 20 años, a pesar de que ya estaba siendo publicado (amado y odiado a partes iguales) en su Francia natal desde una década antes. Por tanto, si usted no ha tenido tiempo ni ganas, ni buenas y cariñosas recomendaciones más allá de Orión (o de la infame lista de Babelia) para acercarse a la obra de un autor tan capital como este, tan necesario para entender este mundo de ahora…pues, sinceramente, ese no es mi problema. Tiempo y libros (librazos, vamos) ha tenido (y aún tiene) más que de sobra. Por suerte, Houellebecq no le necesita a usted (en realidad, no nos necesita a nadie), pero quizás usted (y yo, y todos) sí que necesite un poco de lo de Houellebecq. Y ahora, si soy capaz de hacerlo, me explicaré mejor.

De Michael Houellebecq han dicho de todo. Algunos grupos religiosos, incluso, le han llevado ante los tribunales. Lo acusaron de incitar al odio y de ser un racista islamofóbico y no sé qué más. También dicen que sus historias (o sus personajes) están plagados de misoginia, de fascismo, de decadencia… Pues vale. A mí, como usted que me conoce ya sabe, el salseo literario me la trae al pairo. Aunque otros dicen que hay que separar al escritor de la persona, yo también digo que una mierda.

¿Misoginia?

¿Fascismo?

¿Racismo?

¿Pero de quién estamos hablando? ¿De usted? ¿De mí?

(…)

Aunque aquí lo importante (lo verdaderamente importante) es que sus provocativos, pesimistas, obscenos y melancólicos (joder, deliciosamente melancólicos) textos tienen esa increíble capacidad de enseñarnos con ácida inteligencia lo peor del ser humano moderno. Nuestra terrible y espantosa esquizofrenia global. La soledad mental y física en la que vivimos, la acuciante autodestrucción que nos infringimos día a día, paulatina e inconscientemente, las obsesiones más guarras, las mentiras que nos carcomen y todo lo pornográfico que hay en nuestra actual forma de vida burguesa. Esa devastación ética, moral, que gira en torno al despiadado sistema ultra liberal en el que vivimos está presente en todos los libros de Houellebecq. Porque eso está en todos nosotros. En usted y en mí (y en la gente de bien de la que hablaba aquel).

Leí una entrevista en la que el susodicho decía que la sociedad actual estaba plagada de ampollas, llenas de pus y suciedad bajo la piel, y que lo único que él hacía era meter el dedo…y apretar bien fuerte.

¡Mmmmmm! Qué rico, ¿no?

Puedo entender que esto produzca dolor y hasta muchísimo asco, pero algunos lo pensamos en términos de limpieza. De catarsis, incluso. Por eso nos gusta tanto Houellebecq.

Es Houellebecq poniéndonos el espejo de la literatura delante de nuestras propias llagas.

Verse reflejado en sus novelas más de lo que uno estaría dispuesto a admitir (en alguna de sus polémicas reflexiones o en ciertas emociones de sus personajes), en sus tristes historias, tan contemporáneas, tan humanas y tan apocalípticas y siniestras; esos seres solitarios, desesperados, repulsivos muchas veces, y siempre al borde de algún tipo de destrucción (joder, tan parecidos a nosotros),… Verse dentro de todo eso, le decía, termina siempre (y misteriosamente) por reconfortarme. Al final, la sensación que me dejan sus novelas es parecida a la de aquellos versos de un tema que escuchábamos hace más de veinte años, y que hoy vuelve a mi cabeza con fuerza:

…viviendo bajo el agua como un pez,

no entiendo por qué me muero de sed.

Por eso (pero sobre todo por otras cosas mucho más importantes), Michel Houellebecq es uno de los mejores escritores contemporáneos, si no es el mejor de todos. Sí. Houellebecq es el mejor de todos.

Y usted puede estar de acuerdo conmigo o no. Eso qué importa.

Hay gente, incluso, que dice que ya debería tener un Nobel. ¿Y qué también?

A lo mejor están esperando a que la palme para dárselo no vaya a ser que en su discurso salga ardiendo toda Escandinavia (o salga un loco de vete tú a saber dónde y le pegue un tiro en la jeta por racista, por faltón o por cualquier otra cosa, qué mas daría).

El caso es que Aniquilación es su última novela, decía.

Y es grandiosa (otra vez).

Política y enfermedad. Amor, ternura y estoicismo a raudales (¿primera sorpresa?).

La historia de una familia, la de Paul Raison, asesor financiero y mano derecha de un importante ministro, y de las relaciones personales en el pasado y el presente entre padres, hermanos, cuñados, cuñadas y tal y cual. Novela de familia (o quizás no) y de un montón de silencios terribles. Y mejor no hablemos del futuro. La historia de los Raison con el dolor, la soledad o la muerte. Es Francia, otra vez. Año 2027. A punto de comenzar una campaña electoral trascendental para el país en la que, posiblemente, un presentador de televisión, un cómico, se alzará con la victoria. (Ja. Qué gracioso eres, Michel). De repente, unos extraños atentados contra un barco cargado de inmigrantes, otro más que hace saltar por los aires un petrolero cerca de A Coruña y un tercero contra un banco de semen danés. (Ja y ja y ja). Todo muy extraño y a ver qué pasa (aunque al viejo no le vaya nada el noir). En realidad, son las metáforas houellebecquianas, o como se diga.

Economía, política, sociedad, capitalismo, sexo e inmigración.

Economía, política, sociedad, capitalismo, sexo e inmigración.

Economía, política, sociedad…

Esos temas suyos (y nuestros).

Y aunque en Aniquilación (casi) no hay sexo (segunda sorpresa, pero yo por ahí ya no, querido Michel), sigue existiendo esa voz suya tan nihilista, tan triste, profética y venenosa de siempre. Estoy de acuerdo con los que dicen que, a diferencia de su tono habitual, aquí hay mucha más esperanza que nunca (pues tercera sorpresa, y ya). ¡Y vaya si le queda bien!

Lo que pasa es que la esperanza en Houellebecq es justamente así: una irremediable, serena y lúcida aniquilación final.

En definitiva, Michel Houellebecq es de lo poco que nos queda para seguir recordándonos, desde la ficción, desde el arte, el puto asco que damos como especie.

No se lo pierdan nunca.

Y menos ahora que estamos al borde de lo que sea que estemos.

¡Aniquilémonos juntos!

¡Con los libros y llenos de desesperación y deseo!

¡Que somos gente de bien, joder!

2 comentarios en «Aniquilación»

  1. Lo leí este verano en un hotel de Sevilla y para alguien que no para en todo el día fue una auténtica desconexión. Que corta puede ser la vida y que poco nos valoramos. Una vez más Houllbecq se sale!

    Responder
    • Gracias por tus comentarios, Antonio.
      Totalmente de acuerdo. Houellebecq es, para mi, uno de los grandes escritores contemporáneos nuestros, sino el mejor. Su literatura, siempre actual, polémica, un tanto apocalíptica y llena de ternura a la vez, es inolvidable. Y este no es ni mucho menos, al menos para mí (que me los he leido todos), su mejor libro.
      Un maestro. Punto.
      Gracias de nuevo, Antonio!

      Responder

Deja un comentario