Ayako 1, de Osamu Tezuka

Ayako 1Osamu Tezuka no fue sólo el padre del manga, sino además un artista que se exigía tanto a sí mismo que fue capaz de crear más de setecientas obras sin repetirse. De acuerdo, admito que me falta conocimiento de causa para hacer esa afirmación (setecientas son muchas cientas que leer), pero lo cierto es que, a diferencia de lo que me sucede con tantos otros autores, sean o no mangakas, con Ozuma todavía no conozco el dejà vu. La biografía, la novela histórica, el thriller político, la fantasía, la ciencia ficción; nuestro admirado artista era capaz de saltar de un género a otro como quien pasa del segundo al postre, dejando patidifusos a comensales y lectores con el saco sin fondo de donde extraía la inventiva de sus argumentos y, sobre todo, la prodigiosa creatividad de sus viñetas.

Tezuka debió de vivir en un universo paralelo, donde los días tenían 36 horas. No se puede explicar de otra forma que, aparte de su creación, tuviera tiempo para asimilar, como reflejan sus obras, tan vastos conocimientos literarios y cinematográficos. La obra que hoy os traigo, Ayako 1, es un gran ejemplo de esta incorporación de referentes que da como resultado una obra fascinante, original y, al mismo tiempo, anclada en las tradiciones occidental y japonesa.

Ayako 1 es un majestuoso melodrama, donde se mezcla una historia de espionaje situada en la posguerra con la desintegración definitiva de una sociedad feudal japonesa que, ante el poder de las autoridades norteamericanas y, por otra parte, el reprimido avance de las fuerzas de izquierdas, da sus últimos coletazos.

Nos encontramos en 1949. Jiro Tenge, prisionero de guerra liberado, regresa a su país con un ignominioso secreto que consigue ocultar en la cuenca vacía de su ojo tuerto. Ingenuo de él, no sabe que, al lado de los esqueletos del armario familiar, su terrible traición no pasaría por ser más que un desliz. La familia que lo recibe tiene un nuevo miembro, Ayako, que pasa por ser su hermana, pero sin ser hija de su madre…

Los Tenge representan lo que queda del Japón medieval, una sociedad rural que vive según tradiciones centenarias inaceptables en una sociedad obligada, por los tiempos y los yanquis, a modernizarse. Esta familia, que podría estar sacada de una película de Kenji Mizoguchi, es gobernada con mano de hierro por el despótico padre, un tirano que sólo tiene ojos para Ayako. Pero la llegada de Jiro, el hijo al que los hombres de la casa preferían añorar que volver a ver, va a dar la puntilla a ese mundo, y el pato lo pagará Ayako, con un castigo espeluznante que la marcará de por vida.

Como decía más arriba, Osamu Tezuka  fue un creador absolutamente omnívoro, que lo mismo te planta un referente a un clásico latino como a una película norteamericana de serie B. Así, en las páginas de esta novela, nos vienen a la mente personajes y motivos de la novela victoriana, como por ejemplo el misterioso benefactor de Grandes esperanzas ; de la rusa, con referencia explícita del propio autor a Los hermanos Karamázov; de la novela sureña faulkneriana, con esas familias más podridas que un queso en un vertedero; de los cuentos folclóricos, como “Barbazul”; del cine japonés, como el ya mencionado Mizoguchi, leyenda aquí casi desconocida, o Douglas Sirk, el director de aquellos melodramones de pasión entre cañonazos que, allá por la década de los cincuenta, entusiasmaban a a nuestros abuelos. Y si, con tantos nombres, estáis pensando que servidor es un pedante insufrible, sabed que tenéis razón. Sin embargo, por suerte, Tezuka no podría estar más lejos de la pedantería. Sirva como ejemplo este Ayako 1, que, como tantas obras suyas, combina de manera magistral la novela gráfica y el arte del cine en varios de sus géneros, y donde el maestro nos cuenta una historia apasionante, trágica y violenta en la que, al modo tarantiniano, la alta cultura y la cultura popular se tutean con descaro.

Continuará.

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