Hambre

Reseña del cómic “Hambre”, de Knut Hamsun y Martin Ernstsen

Hambre

De nuevo, traigo reseña de una adaptación a novela gráfica de un clásico literario: Hambre, de Knut Hamsun, publicada en 1890, considerada la primera novela moderna escandinava y la más influyente de la historia de Noruega. Pero, si soy sincera, no he escogido la adaptación que ha hecho Martin Ernstsen porque no me atreviera con la obra original —como ya me pasó con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y Patria de Aramburu—; ni siquiera Hambre figuraba en mi lista de premios Nobel que quiero leer. No, esta vez, los que atrajeron mi atención fueron otros dos nombres: Franz Kafka y José Saramago. Según la contracubierta de esta novela gráfica, Knut Hamsun fue el precursor de la ficción de enfoque psicológico que caracteriza a esos dos autores que tanto idolatro. Eso me bastó. Sin saber absolutamente nada de la trama, comencé a leer.

Hambre narra en primera persona las penurias de un periodista que se las ve y se las desea para comer cada día, porque todo lo que tenía está en manos de un prestamista. Escribe con frenesí, como poseído por las palabras, y en cuanto le pagan unas monedas por su trabajo, se limita a saciar su hambre o incluso las regala a quien cree que las necesita más que él, como si el hecho de cobrar por su escritura lo envileciera. El protagonista, del que nunca llegamos a saber el verdadero nombre, además está enamorado platónicamente de una mujer que suele ver por la calle y de la que tampoco se considera digno.

Más allá del desgraciado día a día del protagonista, lo crucial de Hambre es su retrato psicológico. Es un hombre muy peculiar, con frecuentes delirios, cuyo estado de ánimo va del cielo a los infiernos en cuestión de minutos. El lector está dentro de su mente, por lo que toda la novela resulta desconcertante, en algunos momentos cómica y en la mayoría de las ocasiones abrumadora. Su lectura es, en definitiva, una montaña rusa de emociones extremas.

En su adaptación a novela gráfica, Martin Ernstsen ha optado por ilustraciones sobrias en blanco y negro, como no podía ser de otra forma para relatar tantas situaciones de necesidad. Sin embargo, las combina con otras en las que el protagonista se convierte en un simpático hombrecillo amarillo, con una estética propia de los dibujos animados infantiles, para representar sus momentos de euforia. Y como anuncia la cubierta, también hay más de una ilustración impactante en su interior. Con esta mezcla, consigue reflejar a la perfección la compleja personalidad del protagonista.

Creo que Hambre, la novela gráfica de Martin Ernstsen, puede resultar de interés para que los apasionados de la obra original se reencuentren con ella con matices diferentes y también para aquellos que quieran conocer la historia de este clásico escandinavo pero no se animen con la novela. Estos últimos han de tener claro que se adentrarán en un retrato psicológico repleto de simbolismos, donde la trama es lo de menos. Si están dispuestos a colarse en la cabeza de este inclasificable protagonista, seguro que la experiencia no los dejará indiferentes.

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