Kinsey y yo

Kinsey y yo, de Sue Grafton

Kinsey y yoNo es fácil, para una fan confesa (como yo misma) de Sue Grafton, valorar adecuadamente y en justicia su última novela publicada en España, Kinsey y yo. De entrada, se nos presenta como una entrega separada de su famoso Alfabeto del Crimen, del cual ya estamos a la espera de su W de… (e intrigados por saber cuál será la traducción al español, ¿qué palabra habrán escogido los hábiles traductores habituales de Grafton?).

Desde el mismo título, y desde la portada, con foto de Sue Grafton, sabemos que Kinsey y yo es una novela diferente. Y lo es, mucho más de lo que pudiéramos imaginar.

Kinsey y yo tiene dos partes netamente diferenciadas: una corresponde a “Kinsey”, y la otra, a la autora. Como prólogo a una y otra mitad, Grafton nos obsequia con sus propias opiniones sobre el género criminal y con un repaso histórico, muy interesante, de este tipo de literatura. Se trata de un análisis muy inteligente y agudo, como lo es Sue Grafton a la hora de escribir ficción, y explica perfectamente la evolución del género en Estados Unidos -y, por extensión, en el mundo- desde la época pre y posbélica hasta nuestros días, con especial atención al papel de la mujer -mujer autora y mujer detective. Se trata de un resumen que incide en los puntos claves y que está lleno de respeto y de reivindicación de la figura del protagonista del relato criminal y por el género mismo, tantas veces vapuleado -sin razón- por la crítica, que repetidamente la ha tachado de género menor o popular (como si ser popular fuera algo malo). El detective se nos presenta, más que nunca, como reflejo perfecto de cada época, de la sociedad que lo ha creado y que sigue sus andanzas, del inconsciente colectivo, de las mentalidades y de los deseos y miedos de cada era.

Sólo por esas observaciones de Sue Grafton ya merecería la pena leer Kinsey y yo. Pero ocupan sólo unas páginas, y este libro nos ofrece mucho más y, sobre todo, nos sorprende más allá que cualquier desenlace inesperado que tan magistralmente suele elaborar esta autora.

La primera mitad está dedicada a Kinsey Millhone y consta de relatos breves en los que nuestra heroína, en su habitual estilo y con su habitual desparpajo y respeto relativo por las normas y la legalidad vigente, resuelve los asesinatos, desapariciones y secuestros con los que diversos clientes acuden a ella. Se trata de una colección de relatos de disfrutable estilo, pero necesariamente exentos de la rica galería de secundarios que ampara a Kinsey Millhone -su casero y la familia de éste, la húngara restauradora Rosie y los secundarios propios de cada historia, siempre descritos con un ojo incomparable para el detalle revelador o colorista- y de las pistas falsas, vericuetos y variopintas andanzas en las que suelen abundar las novelas de Kinsey. Son relatos que no se pueden comparar a las novelas del Alfabeto del Crimen, pero aun así son razonablemente satisfactorios y hay alguno que otro que roza el sobresaliente.

La segunda parte es la más sorprendente de Kinsey y yo, pues Sue Grafton nos abre su corazón de manera metódica, muy detallada, con un prólogo y unos relatos que sólo puedo calificar como de confesiones a corazón abierto o, quizá, de exorcismos de sus propios espíritus oscuros. Sorprende leer estos relatos, porque Grafton no es autora que haga grandes despliegues de sentimiento o emotividad en sus novelas; Kinsey Millhone es una mujer práctica que raras veces hemos visto llorar o expresar sufrimiento emocional o psicológico -si bien éste se nos revela con pequeñas pistas, como si estuviéramos en el escenario de un crimen.

Y es que Sue Grafton vivió con padres alcohólicos, y esta segunda parte es una zambullida en ese abismo, sin bombona de oxígeno. En relatos que son más bien episodios sucesivos o distanciados entre sí por un lapso de tiempo algunas veces imposible de precisar, la autora describe diversas vivencias y recuerdos con su madre alcohólica y enferma, y no escatima en expresar y desvelarnos aquella intimidad, tan dolorosa, incluso con detalles que pueden provocar rechazo o repugnancia. Es la vida misma, y, como la autora nos confiesa, estos relatos fueron el epílogo a una convivencia dura (fueron escritos al fallecer su madre).

Los lectores que quieran conocer un poco mejor a Sue Grafton deberían leer Kinsey y yo, fijándose sobre todo en la segunda parte. Aquellos que estén hambrientos de más aventuras de Kinsey quizá preferirían dejarlo al acabar la mitad. En todo caso, se trata de un libro escrito con audacia autoral (rompe con su trayectoria reciente, ofreciendo un formato que puede no saciar a algunos seguidores de Kinsey) y con indudable valentía humana.

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