Cuando leer es delito

Reseña del libro “Cuando leer es delito”, de Daniel Carazo

Cuando leer es delito, de Daniel Carazo

Cruzarse de vez en cuando con uno de esos libros que cuesta dejar de leer para saber qué pasa a continuación es una suerte. Y no es frecuente. Cuando leer es delito es uno de ellos, el autor logra desarrollar una trama que en principio no es sencilla de desplegar en todos sus matices sin fallos. A veces cuando decimos de una novela que tiene mucho ritmo, que te mantiene en vilo, que tiene suspense, parece que solo tuviera eso, pero nos es el caso. Esta de Daniel Carazo es una obra ambiciosa, lo es porque construye un mundo sobre el futuro de este nuestro, uno bastante distópico, y consigue construtir uno creíble. Desgraciadamente creíble, diría yo. Lo es porque está plagado de referencias literarias y lo es porque de una forma amena y entretenida advierte de los peligros de esas veleidades totalitarias que vemos nacer ante nuestras narices y que o bien no sabemos reconocer o bien no somos capaces de darles la importancia que tienen.

Además el autor, Daniel Carazo, es veterinario y esa condición se cuela en su historia de formas a veces más evidentes que otras, pero que a mi particularmente que encantan todas ellas. No quisiera adelantar más de ella cuenta pero me pregunto si el nombre de una empresa que forma parte de la resistencia literaria no tendrá algo de homenaje a una editorial que a su manera también es resistencia, solo que en nuestros días.

Bien, ese mundo distópico no lo es porque haya zombies, no es un mundo postapocalíptico sin agua ni combustible, no es un mundo insalubre por la basura, la contaminación o los patógenos, es uno muy parecido a este nuestro con la diferencia que está prohibido leer libros en papel y lo está no porque no se puedan leer novelas, ensayos o poemas, sino porque se debe leer obligatoriamente en formato digital y en soportes controlados por el estado que además modifica los textos en función de sus intereses en cada momento, de las características del lector o, en fin, de cualquier fin que persiga. En este mundo, aterradoramente verosímil, como digo, quienes leen, distribuyen o poseen libros en papel, son perseguidos por el organismo estatal encargado de esta peculiar forma de censura, el ICL, Instituto para la Calidad Literaria. Me pregunto si el nombre no es en si mismo un gran sarcasmo. 

Construye Daniel Carazo un mundo que tiene mucho en común con el que imaginó Almudena Grandes en Todo va a Mejorar, o con las evidentes 1984o Fahrenheit 451pero es un libro muy personal, o tal vez deba decir con mucha personalidad, libro y personalidad que sin duda le atraparán.

Es un placer leer hoy día reivindicaciones de la lectura y de la edición en papel, lo es porque es algo con lo que uno se identifica pero también porque Daniel Carazo expone un riesgo del digital en el que yo, personalmente, no había caído. No se trata de que se facilite la censura de toda la vida, se trata de algo más perverso, de la posibilidad de modificar las obras para usarlas como herramienta de adoctrinamiento. No es que eso pase hoy día, puede uno usar un lector digital con total tranquilidad, pero esa posibilidad resulta tremendamente inquietante y a mi, que dejé de ver Black mirror no porque no me gustara sino porque me angustiaba, me ha resultado una posibilidad impactante.

No tendría ningún problema en recomendar Cuando leer es delito por ese brillante trasfondo que tiene de advertencia o por su reivindicación de la lectura y de la libertad, que permítanme decir que si no son sinónimos son gemelos, pero no lo voy a recomendar por eso sino porque es un libro francamente entretenido y bien escrito, el resto es trabajo del lector y es un trabajo que hará con gusto. 

Andrés Barrero
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