Me gusta leer los ganadores del Premio Planeta de las ediciones a las que asisto. Me gusta y los leo siempre que crea que la historia que me van a contar va a ser interesante, no es que me obligue a leerlo por el mero hecho de haber “participado” en el proceso. Es una forma de cerrar el círculo, de poner la guinda a un trabajo bien hecho. Además, ya que he vivido toda la ceremonia, el preámbulo y el espectáculo, ¿qué menos que leer aquello sobre lo que, al fin y al cabo, gira todo ese circo “planetario”? Lo hice en 2015, con Hombres desnudos; en 2017 con El fuego invisible (aunque el libro no me gustó y por ello no lo reseñé) y lo hago ahora, en 2018, con Yo, Julia.
Lo cierto es que nunca antes había leído nada de Posteguillo y nunca antes me había atraído lo más mínimo ninguno de sus libros. Cuando di a conocer, horas antes del fallo oficial y antes que nadie, los nombres de ganador y finalista, me vine abajo. ¿De verdad?, pensé. ¿Un libro histórico? ¿En serio? ¡Están locos estos romanos! Y no es que tenga nada en contra de los libros históricos. En absoluto. No soy lector habitual del género, pero algunos han caído. Sin embargo, tengo que reconocer que Posteguillo lo vendió muy bien en la rueda de prensa. Lo vendió tan bien, que consiguió que me picara lo bastante la curiosidad como para que le diera una oportunidad.
Pero semanas después, cuando lo tuve delante, lo sopesé, y vi que era un tochaco de casi 700 páginas, pfff… pensé que me iba a costar un mundo leerlo y que iba a invertir mucho tiempo en él. Porque, aunque es cierto que no tengo problemas en abandonar un libro si me resulta un coñazo (cosa muy sana y recomendable), también es cierto que me gusta acabar lo que empiezo. Y siempre es una putada, por el tiempo perdido, abandonar un libro cuando llevas ya leída la mitad o algo menos. Además, en este caso, la mitad de un tocho, es medio tocho, que sigue siendo una cantidad considerable de páginas… Pues bien: cuatro días. Yo también me he quedado con el culo torcido. ¡Cuatro días me ha llevado ventilarme el libro de Posteguillo! Tal ha sido el enganche de la historia que solo pensaba en acabar lo que estuviera haciendo en ese momento, en sacar tiempo de donde fuera, para continuar leyendo.
¡Pero por Júpiter, hablemos ya del libro! Yo, Julia es un enorme flashback. Galeno, el famoso médico griego, nos introduce su visión de Julia en el 197 d.C. preocupado por saber si alguien se acordará de Julia, quien en solo diez años pasó de ser una adolescente de la ciudad de Emesa a augusta emperatriz de Roma. A partir de ahí daremos un salto hacia atrás, hasta el 192 d.C., momento en el que un incendio va a ser el desencadenante del comienzo de una interesante partida de ajedrez.
El libro comienza donde acaba Gladiator (aunque Cómodo no acaba como en la película) y se estructura en cinco partes, (Cómodo, Pértinax, Juliano, Nigro y Albino) los nombres de los cinco pretendientes que lucharán por convertirse en, o mantenerse como, emperadores. Al principio de cada una de las partes Galeno esboza un retrato del aspirante en cuestión y lo pone en relación con Julia. Porque, aunque Severo, su marido, es otro de los candidatos a hacerse con el manto púrpura, las decisiones de Julia serán las que marquen esta historia.
“Todo sale siempre como planeo, esposo mío. Desde hace más tiempo del que imaginas”
En resumen, lo que tenemos aquí es puro Juego de Tronos. Sin dragones, pero un Juego de Tronos puro y duro. Un libro que atrapa desde que lo abres, que te absorbe y te engulle, y eso, tiene mucho mérito teniendo en cuenta que sabemos de antemano el final. Y lo más sorprendente es saber que Posteguillo ha querido dar a su novela, la mejor que ha escrito hasta la fecha en palabras del propio autor, el máximo nivel de historicidad posible. O sea, que básicamente todo lo que cuenta, por increíble que parezca, sucedió. (Que ya podían tomar nota Borrelles y Rufianes y gran parte de la actual escoria política española, por no decir toda, y en lugar de lanzarse escupitajos que solo ve uno, ser más inteligentes y jugar con gladius y venenos, pero en fin, habrá que decir eso de oh, tempora, oh mores…)
Un libro fácil de leer, –(incluso las batallas, que en libros como la saga de Tolkien se me hicieron eternas y farragosas, aquí no se pierde en descripciones ni ocupa páginas y páginas haciendo que desees que acabe de una vez la dichosa contienda)– con un estilo y lenguaje para nada macarrónico sino todo lo contrario, accesible a todo tipo de lector, narrado desde puntos de vista que van alternándose en función del discurrir de la trama y que, además, incluye una historia de amor, en mi opinión, muy bien desarrollada. “Su matrimonio es el primer matrimonio imperial enamorado en doscientos años” como le demuestra Claudio Pompeyano a su hijo en un momento, (momento algo forzado para hacer un alarde de erudición), enumerando una larga lista de matrimonios imperiales en los que lo más parecido al amor era el respeto y la tolerancia.
Pero es también la historia de una mujer con una visión a largo plazo y un plan entre ceja y ceja empeñada en verlo hacerse realidad. Una mujer inteligente, paciente, hábil y luchadora por partida doble: primero, por ser extranjera (“En la antigua Roma, existía la sospecha constante con la que el pueblo de Roma veía a las mujeres orientales que se acercaban al poder del Imperio”) y segundo por ser mujer, porque ya sabemos que “la historia ha sido siempre la historia de los hombres”, y Julia va a tener que vivir en un mundo de hombres, aunque eso sí, llevándoles la delantera.
“Esta, Julia, más que ninguna otra, es tu guerra. Tú la has buscado y aquí la tienes. La verás en primera línea”
Posteguillo ha querido poner remedio a eso contando la figura extraordinaria de Julia Domna, que, de las cien emperatrices que pudo tener Roma, fue la más poderosa y la que más títulos tuvo (madre de ejércitos, de la patria, de los césares…) y de la que su biógrafa más importante decía “no entiendo como no hacen novelas y películas sobre Julia”, algo impensable si fuera un hombre.
La novela consta también de un glosario de términos en latín, mapas de las batallas, bibliografía y una interesante nota histórica.
Por último, quiero destacar que, en mi opinión los libros históricos pueden abordarse de dos formas: una educativa y meramente pedagógica; otra divertida. Posteguillo logra conciliar ambas y conformar una lectura en la que consigue despertar el interés por lo que estás leyendo, por saber si realmente es verdad lo que pasó, por investigar después por tu cuenta las cosas que has leído, y a la vez te entretiene como un puntero láser a un gato. No te atiborra de datos ni fechas históricas que te abrumen y te entorpezcan la lectura. Se limita a dar las pinceladas justas para situarte en el momento y en la circunstancia que toca.
De no ser por el premio Planeta, por lo ya explicado al principio, casi seguro que no me hubiera animado a leer este libro. Y, por Júpiter, que eso hubiera sido una tragedia. Es más. Me gustaría que hubiera una continuación para saber qué es lo que sucede en adelante con Julia y su familia. Seguro que sería muy interesante. Ahí lanzo el guante, Posteguillo.
Un gran libro y un gran premio.